17 Sep

Desde la caja de libros XLIX

por @librosfera

Supongo que en todos los gremios hay polémicas. ¿Por qué debería ser el de las bibliotecas públicas diferente?

Hoy os resumo la última tormenta, desarrollada en una serie encadenada de artículos, réplicas, contrarréplicas, tuits y posicionamientos que tuvo su origen en una noticia publicada por El País.

El artículo, titulado “Bibliotecas: ya no sólo para ir a leer”, explicaba en qué consiste el programa “Bibliolab”, la nueva apuesta de las bibliotecas de la provincia de Barcelona. Habla del cambio que supone en el modelo de las bibliotecas públicas, centros tradicionalmente “dedicados exclusivamente a la lectura y el préstamo”, para pasar a ser espacios más dinámicos y orientados “a la experimentación y la creación”, potenciando talleres y cursos y creando espacios como los llamados makerspaces. Marta Cano, gerente de las bibliotecas públicas de la provincia, declara que:

[…] en algún lugar se tendrá que enseñar a utilizar una impresora 3D [ya hay alguna biblioteca pionera en Barcelona que dispone de ellas]. Si sólo prestamos libros esto se acaba, porque ahora la información se puede buscar desde cualquier sitio gracias a Internet.

[Enter Jordi Llovet]

Para los que no lo conozcan, Llovet el catedrático de teoría de la literatura y literatura comparada en la Universidad de Barcelona, autor, crítico literario y defensor de las humanidades. Tituló su artículo “Las bibliotecas pervertidas”, y como subtítulo lucía la siguiente frase: “En lugar de libros, ahora se hacen cursos de cocina, agricultura urbana y asesoramiento matrimonial”. ¿Alguna pregunta más? Llovet hacía referencia al artículo de El País, interpelando incluso directamente a alguna de las personas que declaraban en él, como es el caso de Gisela Ruiz, directora de la Biblioteca Elisenda de Montcada:

La directora de la biblioteca Elisenda de Montcada […] decía: “La biblioteca dejará de ser un espacio al que me dirijo a buscar información y conocimiento para pasar a ser un centro de desarrollo personal”. Como si leer no fuera una operación destinada al desarrollo de la persona, más que cualquier otra cosa.

[Enter Gisela Ruiz]

La extensa réplica de la directora se titulaba “Entre la manicura y la terapia matrimonial contagiamos las ganas de leer” y la publicó en su blog personal. Si el tono del artículo de Llovet ya destilaba un punto de cinismo, el de Ruiz pasa al ataque frontal, acusando a Llovet de opinar sin conocimiento de causa (“debe hacer mucho tiempo que no pisa una biblioteca pública. Como mucho la personal o la de l’Ateneu, que no tienen nada que ver, por supuesto”). Es por eso que gran parte de su escrito lo dedica a ponerle ejemplos al “mestre Llovet” que demuestran que las bibliotecas siguen teniendo el libro y el fomento de la lectura como eje principal de sus actividades. Clubs de lectura, voluntariados, colaboración con escuelas, presupuestos para compra de libros, profesionales motivados… Como colofón, añade el documento que sigue siendo fundacional para el servicio de las bibliotecas públicas, el Manifiesto de la UNESCO de 1994 (https://www.ifla.org/ES/publications/manifiesto-de-la-ifla-unesco-sobre-la-biblioteca-p-blica-1994).

Una gran parte del gremio, se cerró en banda contra Llovet y su crítica a unas bibliotecas públicas que, efectivamente, siguen dedicando gran parte de sus esfuerzos al fomento de la lectura y al libro, y felicitando a Ruiz por su acertada defensa de la labor de las bibliotecas públicas y los profesionales que trabajamos en ellas. Pero no podemos ignorar que Llovet tiene una parte de razón al afirmar que no hemos querido quedar relegadas a la cultura escrita (¿cada vez más arrinconada?), y el Manifiesto de la UNESCO nos ha permitdo subirnos a carros como la música, el cine o las nuevas tecnologías, siempre con la intención de poner la cultura, la alfabetización y la formación y el desarrollo de las personas al alcance de todo el mundo. En ese camino, la sensación de que las bibliotecas públicas, como reflejo de la sociedad que son, están poco a poco dejando atrás la lectura para ofrecer oportunidades para el desarrollo a través de otros medios es innegable. Y ese cambio… plantea preguntas.

[Enter Evelio Martínez]

En este sentido, y para cerrar la polémica, me ha gustado especialmente como Martínez (de quien no puedo decir nada porque no sé quién es: lo he descubierto a raíz de este embrollo) se ha acercado a esas preguntas que nos hemos planteado muchos de los que leímos a Llovet y pensamos “sí, se ha pasado un poco, pero…”. Su reflexión, titulada “¿Y si la culpa no fuera sólo de Llovet?, o los peligros del pensamiento de grupo” termina así:

En esta tormenta también he podido leer que el artículo de Llovet simplifica de manera tendenciosa una realidad compleja. Ciertamente, la realidad bibliotecaria es compleja, y justamente por ello deberíamos redoblar los esfuerzos para no transmitir mensajes simplones, fórmulas manidas o tendenciosas.

Y, con esa idea (llámenla equidistante, si quieren… aunque esa sería otra polémica para otra ocasión), aprovecho para terminar yo también.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *