1999 Hey Boy, Hey Girl, Chemical Brothers / 1999 I See a Darkness, Bonnie Prince Billy
por Javier Avilés
1999 Hey Boy, Hey Girl, Chemical Brothers
Hey girls / Hey boys / Superstar djs / Here we go.
Creo que no vamos a encontrar el mensaje aquí. Supongo que hemos estado equivocados todo este tiempo buscando el mensaje en las letras de las canciones. Supongo que en esa época, con los agoreros presagios que anunciaban el fin de la civilización, la letra era lo de menos. La narrativa había perdido todo su significado.
Hey girls / Hey boys / Superstar djs / Here we go.
Busquemos la narrativa en otro sitio.
1999 I See a Darkness, Bonnie Prince Billy
Veo oscuridad. Por una extraña razón tengo la esperanza de que tú puedes salvarme de esta oscuridad. Tú, que nunca has bebido conmigo, que nunca has compartido conmigo ninguna experiencia, que apareciste en mi vida de la misma forma que desaparecerás llevándote esa ridícula grabadora. Here we go. La oscuridad camina conmigo. Es una terrible imposición que surge del fondo del tiempo y que oscurece mis pensamientos. Una pesada carga que llevo dentro de un saco que pende sobre mi espalda mientras me arrastro por el barro e intento avanzar hacia ningún lugar, siguiendo los pasos de los que me anteceden, abriendo camino a los que me preceden. La carga de la oscuridad total y el sinsentido absoluto. Veo oscuridad y sé que nadie puede salvarme y tengo la esperanza de que tú puedes salvarme porque debemos señalizar el camino con expectaciones, sembrarlo de acontecimientos nimios pero reseñables. Porque queremos estar seguros de que, a pesar de la estupidez de nuestro reptar cargando oscuridad y desesperanza, avanzamos hacia algún lugar. Avanzamos. Sería trágico e irónico, triste hasta la desolación, que nuestro devenir fuese un círculo sin fin que recorremos una y otra y otra y otra vez y otra vez más, creyendo erróneamente que nos movemos hacia algún lugar mientras damos vueltas en torno a un alto pilar que no podemos ver sin movernos del pequeño salón al que estamos confinados. Como el largo paseo de los presos junto a los muros del patio de la prisión.
(Silencio… cubitos de hielo… cigarrillo)
Inventamos el tiempo para eso. El tiempo no es más que su medida. Tenemos que saber que avanzamos, así que empezamos a contarlo todo. Y el devenir sí que es un círculo. El del planeta girando alrededor del Sol. La eterna repetición. Pero queremos contarlo todo, queremos tener constancia de las vueltas que damos para volver al mismo lugar. Queremos señalar los acontecimientos relevantes. Esto funciona así. Un monje desocupado en el siglo VI determina con exactitud el nacimiento de un personaje mítico. Pronto la iglesia sustituye el cómputo a partir de la fundación de Roma, otro acontecimiento mítico, la muerte de un conquistador, una victoria militar, o cualquier suceso local y establece una cronología global a partir de la fecha de ese nacimiento. Espero que lo entiendas. El tiempo transcurre en una única dirección, inexorable e inevitablemente. Nosotros pensamos que estableciendo fechas vamos a ser capaces de controlar el tiempo. Lo cual es una ingenuidad. Lo único que hacemos es poner banderines y marcas en el pasado… en lo que creemos que es el pasado… porque esa es otra cuestión… nos da la sensación de que el pasado es algo sólido y consistente cuando en realidad no es más que una nube que se ha disuelto. No podemos acceder al pasado. Podemos acceder a las marcas que hemos dejado en el pasado. Bueno, a lo que iba. Se decide una fecha, se plantea un punto uno, entonces no usaban el cero, y se ponen a contar a partir de ahí. Algo completamente arbitrario y que parece anular lo ocurrido antes de esa fecha. Como sea. Siglos después ese contador gratuito está a punto de llegar a la cifra 2000. Y entonces se anuncia el caos. Habíamos puesto todas nuestras expectativas en el año 2000. ¿Cuántos años tendré cuando llegue el 2000? ¿Y Jonás? ¿Llegaremos al 2000? El año 2000 era el futuro, lo había sido toda nuestra vida. Y ahí estábamos. Faltaban pocos meses para que llegase el 2000 y el futuro no aparecía por ningún sitio. Estábamos a la expectativa. No hacíamos nada. Mira la música de 1999. Mira los libros. Expectativa. Y entonces llegó el anuncio del caos. Todo fallaría la noche del cambio de siglo… aunque técnicamente faltaba un año para ese cambio… los ordenadores fallarían porque no estaban preparados para contabilizar los años con cuatro dígitos. Los ordenadores pensarían que estaban en 1900… y, claro, los ordenadores sabían algo fundamental, que en 1900 no había ordenadores… así que, según decían los teóricos del fin del mundo, dejarían de funcionar. Los aviones caerían del cielo, el suministro de luz sería suspendido, las centrales nucleares explotarían… el año 2000 traería el desplome de la civilización… todo porque a un monje se le ocurrió empezar a contar desde un momento arbitrario, todo porque contabilizábamos las fechas con dos dígitos en lugar de cuatro. El fin de la civilización se aproximaba.
¿Qué hicimos?… la gran fiesta del fin del mundo, por supuesto… chicas, chicos, dj’s superestrellas, allí vamos… todo un año de fiesta, todo un año de parálisis porque si el mundo se acaba, si el caos se aproxima, ¿qué sentido tenía hacer nada?
En el año 2000 cogimos nuestros sacos llenos de oscuridad y continuamos reptando por el barro en un círculo sin fin.