24 May

Corrosión. Capítulo 1. Mercè Rodoreda

por Dionisio Porta

Leo Anochecer de James Salter. Me atrae su prosa del mismo modo que me genera una cierta indiferencia el resultado de la misma. Pero todo cambia al llegar a Akhnilo, el séptimo relato de este libro alquilado (perdóname librosfera) en la Biblioteca Mercè Rodoreda (Carrer Camèlies 76-80, Barcelona). Ahí ocurre algo: un predecesor en la lectura de ese ejemplar ha subrayado todas las apariciones de las palabras “era” y “había”.

Mercé Rodoreda foto 2¿Por qué? ¿Denuncia de una deficiencia estilística o reconocimiento a su genialidad? La repetición es un recurso (Thomas Bernhard), pero tratándose de “era” y “había” también puede ser muestra de un vocabulario pobre (a lo mejor, denuncia la tarea del traductor…). O quizás todo lo contrario y para mi predecesor esas palabras estratégicamente reiteradas sirven para dar un tempo, una cadencia, una unidad a la narración. En el caso Akhnilo, la historia de un hombre que se despierta de madrugada por unos extraños ruidos que provienen desde el exterior de la casa y que acabarán captándolo y arrojándolo a las fauces de su propio pasado. Ese pasado que puede ser que Salter nos anticipe a través de una estudiada sucesión de “eras” y “habías”.

Por supuesto también hay margen para la epifanía y la sospecha de que esas dos palabras han sido subrayadas para mí. Que solo yo puedo ver esas suaves líneas a lápiz, que si se las mostrara a otra persona, descubriría que esas marcas no existen. Cambios personales,  el pasado que siempre vuelve… lo que para el personaje son sonidos en la oscuridad, para mí son ese par de palabras, que debo guardar como un tesoro. Motivos no me faltarían, pero prefiero volver a la realidad más inocente y ahondar en las razones de ese compatriota de biblioteca.

Mercè Rodoreda foto 1La primera palabra del relato (Era) ya está subrayada. ¿Por qué? ¿Tan rápidamente intuyó la presencia de esa cadena recurrente de “era” y “había”, o fue al finalizar la lectura que recuperó el texto, sobre el que quiso confirmar sus sensaciones? Si así fue, le debió pasar como a mí, que en esa segunda lectura a la que me vi invitado por las marcas de lápiz, descubrí un magnífico relato que me había pasado inadvertido en la primera ocasión.

Supongo que, en definitiva, esto es lo que soñamos todos: Amor y atención. Un lector pionero que se preocupe de subrayar “era” y “había” en uno de tus relatos, un lector posterior que lo leerá dos veces y constatará que no es tan buen lector a primera vista como creía serlo y todos vosotros corriendo a buscar Anochecer de James Salter para leer y subrayar el relato “Akhnilo”. Sin olvidarnos de Anochecer, el relato posterior a “Akhnilo”  que da título al libro, una historia sobre una carismática cuarentona a la que ya no quiere nadie.

Pero no era de eso de lo que yo quería hablar. Lo que yo quería era presentarme: soy un mamífero. Un mamífero con problemas. Quizás alguno de esos problemas se vaya desvelando a lo largo de esta serie de textos. O quizás no. En cualquier caso, lo importante es que en alguno de los momentos cúspides de esos problemas, aparecieron las bibliotecas. En ellas encontré refugio, ellas me recordaron que yo era algo más que mis puntos negros. También era lector, por ejemplo. Gozaba de una mente en cierto modo creativa, por ejemplo. Todo lo que había de crítico, destructivo e insoportable en mi personalidad también podía tener algún valor positivo: ese tipo de enseñanzas aprendí en las bibliotecas de Barcelona, mi ciudad.

Unas bibliotecas que empezaron dándome cobijo y no mucho más tarde empezaron a darme seguridad. Tenía acceso a casi toda la literatura y el lugar era cómodo, confortable. Mi alma empezó a sosegarse.

Pero cuál fue mi sorpresa cuando esa experiencia curativa que estaba siendo mi terapia bilbiotecaria empezó a convertirse en una fascinante aventura. De eso tratarán esta serie de textos. De repente comencé a prestar atención a ciertos detalles. Los libros siempre hablan. La calle, la vida también habla, pero no la escuchamos porque eso nos obligaría demasiado.

Ahí tuvo un papel trascendental el mapa. La vida es mapa. El mapa surge de la mente y la mente es un mapa. Yo estudié economía pero tendría que haber estudiado geografía. Si lo hubiera hecho me hubiera ahorrado algunos de mis problemas. Aunque quizás esté demasiado condicionado por un mapa que llegó para abrirme un nuevo mundo.

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