08 Jun

El día que Houellebecq se lo creyó

por Dionisio Porta

descarga (1)En el año 2014, Bernard Maris, economista francés de un cierto prestigio, presenta el ensayo Houellebecq economista, que Anagrama publicará en 2015 a modo póstumo, y es que Bernard Maris murió el 7 de enero de ese mismo año víctima del tiroteo que tuvo lugar en la redacción de Charlie Hebdo, revista satírica que él había fundado y en la cual colaboraba bajo el seudónimo de Oncle Bernard.

Exactamente ese 7 de enero de 2015 se publica Sumisión, novela en la que Michel Houellebecq dibuja un futuro próximo en el que los islamistas moderados, ayudados por el partido socialista, han accedido a la presidencia del país derrotando al Frente Nacional en la segunda vuelta de las elecciones.

Como algunos lectores ya habrán sospechado, este par de párrafos no son más que un refrito desganado de la Wikipedia. Una contextualización forzada por la trascendencia de los hechos antes de ir al grano y confesar la pésima sorpresa que me dio Houellebecq, que después de El mapa y el territorio, su mejor novela, va y me escribe Sumisión, su peor libro.

Houellebecq economista es un ensayo breve y no especialmente brillante. De un modo bastante plano, Bernard Maris manifiesta su admiración por la lucidez de su amigo Houellebecq para comprender la realidad, así como su finura a la hora de analizarla y describirla. Pero creo que en Houllebecq economista  lo que más brilla es la voluntad del Bernard Maris economista de desmarcarse oportunistamente de su gremio, y como muestra de ello una frase del autor que no hace sino provocar rubor proviniendo como provenía de un miembro del consejo general del Banco de Francia: “hacen falta menos economistas y más amor”.

Que Sumisión sea una mala novela no tendría mayor relevancia (en la obra de cualquier autor hay altibajos), si no fuera porque me temo que esta novela nos anuncia el declive definitivo de Michel Houellebecq, el novelista. Escribo esto sin dejar de pensar en Martin Amis y en su terrible hundimiento literario desde que decidió renunciar al enorme potencial de la literatura bastarda que lo encumbró con obras como Campos de Londres, para intentar convertirse en un intelectual, honroso propósito si no fuera por la porquería de libros que escribe desde entonces. Nunca es fácil ser lo que no eres.

descarga (2)Es indudable que Michel Houellebecq es un retratista privilegiado de nuestra sociedad capitalista occidental. Una virtud a la hora de explicarnos que seguramente proviene de su propia inadaptación social, lo que le otorga la siempre anhelada perspectiva. De su tristeza, su odio, su resentimiento y su falta de empatía hacia la sociedad surge un discurso enfermo pero también una cierta perspicacia sociológica, económica, incluso filosófica. En ese sentido me interesa lo mucho que se habla de Houellebecq y su misoginia, su islamofobia, su odio al mayo francés, a los hippies, al izquierdismo, a la socialdemocracia, y el poco acento que se pone en la feroz carga anticapitalista de la obra de Houellebecq. Comenzando por el propio Houellebecq, a quien parece que ya le conviene acomodarse en el personaje reaccionario, que bien sabe que va a ser el que le resulte más lucrativo, en lugar de poner el acento en lo que posiblemente es el corpus central de su obra: el rechazo que le provoca el capitalismo, “que sin duda es el más natural de todos los sistemas económicos y sociales, lo cual ya basta para indicar que es el peor” (Ampliación del campo de batalla).

En cualquier caso, que Houellebecq se haya creído que es un gran pensador, matará al poeta y amenaza con convertirlo (si no lo ha convertido ya) en un vulgar intelectual francés.

Y bien, supongo que no estaría mal acabar este artículo con un buen golpe de efecto que aglutine las distintas ideas que por aquí han ido desfilando sin excesivo orden. Que Houellebecq economista de Bernard Maris, no vale gran cosa. Que Sumisión de Houellebecq anticipa su declive definitivo como novelista. Que Houellebecq es un anticapitalista decadentista (“antes desaparecerá el planeta que el capitalismo”), sin que parezca que interese demasiado esa faceta suya. Que la fórmula se rompe cuando un escritor intuitivo trata de convertirse en gran pensador. Que como Houllebecq escribe en Partículas elementales “habían vivido en un mundo terrible, un mundo de competición y de lucha, de vanidad y de violencia; no habían vivido en un mundo armonioso”. Que cuando llegue la próxima novedad del Houellebecq novelista economista será un buen momento para ignorarlo y recuperar su poesía.

 

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