El aguacate
por Jean Murdock @CgAjeanmurdock
El aguacate, también llamado palta, viene de Robert de Niro. Antes de aclarar esto, repasemos el origen de su nombre. Aguacate deriva del náhuatl ahuácatl, que significa «testículo». En palabras de Francisco de Criadillas, cronista de la época, la historia fue como sigue: Bautizólo [sic] un fablante de escasa imaginación que, absorto en la contemplación de aquél [sic] fruto hasta entonces ignoto, sintió cierto picor por debajo del vientre y, alcanzando a rascarse donde más le irritaba, iluminóse [sic] de pronto al aflorar a su mente la semejanza del receptáculo de su escozor con el susodicho fruto. Es decir, que algo le recordó a algo y, en fin, por qué usar dos nombres para decir prácticamente lo mismo. No son pocos los críticos que afirman que por eso los aguacates cuestan un huevo.
Los españoles, en cambio, por hacer honor a la consabida riqueza de su lengua, tomaron prestado el término ahuácatl e hicieron exactamente lo contrario, es decir, que lo partieron en dos –como corresponde a las cosas pares–. De modo que, por un lado, obtuvieron «aguacata» (la fruta, que derivaría en «aguacate») y, por otro, «avocado» (término que de hecho ya existía y se aplicaba al «abogado», esto es, al del usufructo), de ahí por cierto que los abogados también cobren un huevo. Y es que las coincidencias no existen. En este punto entra, precisamente, Robert de Niro, cuya célebre frase «¡Abogadooo! ¡Sal, ratita, quiero verte la colita!» solo puede interpretarse como una reminiscencia de la etimología de ahuácatl.
(En su momento explicaré lo de «palta», pero tampoco es casual que sea anagrama de «plata».)