1978, She’s lost control, Joy Division
por Javier Avilés
Quería contarte una cosa pero lo he olvidado completamente. Trataba sobre el futuro, sobre la ausencia de futuro. Y de cómo solo aquellos con una lucidez tormentosa son capaces de comprender que no vale la pena seguir adelante. El amor los desgarrará, pueden tener el espíritu necesario pero han perdido el sentimiento, se avergüenzan de ser cómo son, aislados, sintiendo que son extraños, que todos lo somos, y que eso genera violencia, almas muertas que no pueden recordar y a las que no les importa nada.
Escuchó la voz que le decía cuándo y dónde actuar, pero perdió el control.
Live fast, die young, leave a good-looking corpse, dijo la voz de John Derek, llamad a cualquier puerta del vecindario, dijo Humphrey Bogart, pero también dijo que si Derek era inocente, esa era la primera vez. Vive rápido, muere joven: No hay futuro. No hay inocencia.
Caminó por el filo del abismo. No había vuelta atrás. Joy Division se formó tras un concierto de los Sex Pistols, porque estos habían desvelado la gran estafa del rock’n’roll. La música no importa. El rock es cuestión de actitud. Y Curtis tenía a Kafka, a Burroughs, un montón de camisas oscuras y su epilepsia. Tenía actitud, amiguito. Y graves problemas. El principal de ellos es que si no hay futuro solo te queda el presente. Y el presente es un pollo que baila cuando introduces una moneda en la máquina. El presente es una chica que se desploma delante tuyo sufriendo un ataque epiléptico. El presente es la ausencia de alguien que te recuerde que no es para cualquiera. NO PARA CUALQUIERA. Y piensas que no eres cualquiera, pero bailas como un pollo descabezado por una moneda y descubres que la chica murió poco después y esa, esa, no otra, es la inequívoca señal que anuncia la ausencia de futuro. Ella perdió el control y piensa cuándo lo perderá él. En el escenario, bajo los focos ardientes y cegadores, entre la insistencia rítmica. Perdió el control de nuevo.
Reveló los secretos de su pasado antes de volver a perder el control, porque si no hay futuro y el presente es insatisfactorio el pasado no tiene importancia. Aferrándose a los transeúntes que, sorprendidos, ven la confusión en sus ojos. No se preocupe, sólo ha vuelto a perder el control. Si es que alguna vez lo tuvo. Quizás sí, quizás no. Lo que tenían eran limitaciones. Entonces actitud. Lúgubre, siniestro, oscuro, repetitivamente obsesivo, críptico, simple en su complejidad. Una actitud que conduce al abismo y de la que no hay regreso. Una actitud que divide, escinde, hiende y rompe. Una actitud que precisa medicación y a Ballard y Burroughs y Kafka. ¿Lo último que leyó?
Quería contarte algo que no era para nada lo que estoy contando. Pero una cosa lleva a otra y otra a otra y esa otra a otra distinta y al final parece que no hay relación pero todo esta encadenado aunque no sea capaz de explicártelo. Y era que no hay futuro, y de ahí a la aceptación de que no hay futuro para llegar después a la falacia de que no hay futuro, pero esa será otra historia, la siguiente. Pero en esa ilación hay personas que desaparecen. Y no son hermosos cadáveres, sino ausencias del fulgor que nos deslumbró.
Al final no queda más que un estribillo. El amor nos destrozará.
Se expresó de muchas maneras distintas y bebió café y whisky y caminó por filo del abismo y lo último que vio antes de perder el control fue un pollo bailando. Se vio a si mismo en un futuro imposible.