14 Mar

Cap. 16, Biblioteca La Sagrera; Subrayar o no subrayar, esa es la cuestión

Hay dos tipos de personas: las que subrayan y marranean con gusto sus libros y las que no osan ponerles ni medio dedo encima. Yo soy de este segundo grupo. Supongo que tiene que ver con la educación familiar recibida, que siempre fue más ética que política, remarcando mucho y bien la importancia del respeto, y algo menos las posibilidades de la subversión.

Tampoco estoy diciendo que sea un lector frígido, pues anoto frases en papeles, reproduzco fragmentos completos en mis cuadernos, a veces doblo la esquina de una página para recordar algún pasaje destacado, pero sí, quiero decir no, nunca subrayo los libros. Y éste es un buen ejemplo de porque me encantaría poder disfrutar de una segunda existencia. Y que nadie intente autoayudarme: puedes cambiar, puedes ser lo que tú quieras. No. Mierda. Uno no puede subrayar libros y de repente dejar de hacerlo –o viceversa-, porque hay propuestas vitales que es importante sostener hasta el final. Así que ya sé que moriré sin pasar jamás una suave raya bajo una palabra –no lo hecho nunca, ni borracho, ni drogado, ni performáticamente-, convicción que despierta la duda de lo que yo podría haber logrado de haberme dedicado a marcar mis libros.  Ahora que estoy llegando a la edad de las relecturas, idealizo fructíferos diálogos con otras épocas a partir de esas señales.

Una mente templada apuntaría sensatamente que una solución intermedia entre la renuncia total y la intervención permanente en el libro a través de la tinta, es la utilización del lápiz, opción que yo desdeño desde mi postura de no-subrayador radical, aunque, eso sí, ésta es una exigencia personal que no me impide admirar el entusiasmo y la determinación de los que subrayan sin problemas. Porque indudablemente, se desprenden muchos valores positivos de ese hábito. Pienso que cuando se subraya un libro, uno lo está haciendo suyo. Se trata de un acto apasionado y entregado. También denota ambición, confianza y voluntad de vivir. Por no hablar de lo buena estrategia de estudio que es, pues el gesto del subrayado estimula la retentiva.

Del mismo modo que se podrían inventariar algunas derivadas negativas del hábito de subrayar los libros. Que puede favorecer la simplificación, promocionando el aforismo y la frase efectista y deformando la lectura en favor de los titulares. Que es un gesto que no parece preocuparse demasiado por el derecho a leer sin interferencias de futuros lectores de ese ejemplar. Que los libros hay que cuidarlos.

Y para terminar con este especial sobre el siempre controvertido asunto de subrayar libros, rememoraré una anécdota entrañable que me ocurrió en la Biblioteca La Sagrera – Marina Clotet. Yo estaba leyendo en una mesa rodeado de varios estudiantes y de un hombrecillo antiguo y hortera: camisa de cuadritos grises y una pajarita. En un determinado momento, los jóvenes se desconcentraron y empezaron a alborotar. El hombrecillo les llamó la atención amasando moralismos gastados, cuando uno de los estudiantes se revolvió contra él, reprochándole que estuviera subrayando un libro de la biblioteca. Levanté la mirada de mi lectura y confirmé que la acusación era cierta. “Soy profesor jubilado”, se defendió el hombre. Y luego continuó con su justificación: “Sé lo que subrayo. Recojo lo más importante del libro, trabajo que pueda resultar interesante para los siguientes lectores, así que no digas tantas tonterías e iros a la calle si no tenéis ganas de trabajar.” Los jóvenes se marcharon y yo poco después. Los argumentos del hombrecillo me parecieron enfermizos, pero luego me acordé de Dersu Uzala, y de aquel pasaje sublime en el que deja un poco de arroz y una cerillas en una cabaña y cuando el oficial ruso le pregunta por qué ha hecho eso, Dersu responde que quizás algún día llegara alguien a esa cabaña y ese arroz y esas cerillas puedan sacarle de un apuro. Y me pregunté si había algo de eso en la actitud del hombrecillo o si solo era un cretino despreciable que se dedica a subrayar los libros de la biblioteca.

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *