El Pato
por Adrián Demichelis
La coronación no siempre es un trofeo… el premio es haber disfrutado el viaje.
– Subí Cordobés, subí- me dijo. Antes, un tiempo antes, más precisamente una mañana de antes, nos habíamos mandado al carajo. Yo quizás me levanté con el culo al norte (eso siempre me lo repite mi vieja y nunca entendí la metáfora). Él no habrá tenido una buena noche o un buen comienzo de laburo. Lo concreto que esa primera mañana, después de llegar a destino, nos mandamos a la mierda. Yo me juré no tomar ese “remís” (taxi) nunca más y él seguramente se prometió “arrancarme la cabeza” en el próximo viaje. Es que en su esencia está eso de arrancarle la cabeza a cualquiera que se ponga en frente. No hablo de cobrar caro, ni de pegarle una piña. Hablo de arrancarles el arco a los arqueros.
La segunda vez que lo vi, fue después de cerrar la puerta, también una mañana. También con mi cuerpo programado para ir a laburar. Fue toda una sorpresa toparme con sus casi 2 metros, su pelo ochentoso, corte Tigre Gareca. Cargando un porte de “nueve” eterno. Cuando lo vi tan seguro, pensé, ahora si viene a arrancarme la cabeza. Todo lo contrario. Prejuzgue mal. Siempre me equivoco en mis juicios anticipados El tipo me estrechó su mano, bajó la vista hasta la punta de sus zapatos. Entre cortado, tímido y no sabiendo por dónde arrancar el discurso, me pidió disculpas por lo de la “otra vez”. Yo tragué saliva, respiré aliviado. También busqué entre los adoquines y la esquina mi mejor respuesta. Acepté sus disculpas y pedí las mías. Él me interrumpió y entonces me cerró la cuestión. El porqué de su presencia. Me dijo que me había escuchado en la radio, que le gusto el cuento que leí (la puta qué poder tiene la palabra). Me dijo que amaba el fútbol desde las tripas, como yo. Que él había sido jugador de fútbol en la “Nicoleña” y que siempre fue 9. Me comentó que tenia no sé cuántos goles en su haber, pero había uno que guardaba en su corazón. Nos saludamos, hicimos las paces.
-Subí, Cordobés, subí -me dijo hoy, en medio del centro y su “caos”, a la salida del banco. Frenó su remís y abrió la puerta. Le dije que estaba bien, que eran pocas cuadras. Él insistió. Al sentarme en el lugar del acompañante, sacó su celular y entusiasmado puso play, -Escucha Cordobés, escucha. Una grabación vieja me hablaba de un equipo que enfrentaba a Huracán, el mismísimo Globito de Parque Patricios. La verdad no recuerdo el nombre del club porque me quedé enganchado con el audio. El relator nombraba apellidos ilustres del Globo y una jugada en ataque para el rival. En cada avance a él se le llenaban los ojos de vida y de fútbol, ya no estaba en el remis. El relator repetía la sucesión de pases y de nombres, Brites, Saturno, Mohamed. Él mientras tanto, parecía mover el cuerpo en el área, como queriendo sacarse de encima a Cuper, aunque estuviese sentado en la butaca de su auto de alquiler. Entonces el momento sublime del partido. El relator vocifera un centro peligroso al corazón del área de Huracán y a la postre un Gooooool, alargado. Él cierra los puños y deja el volante al “libre albedrio”. Después del “grito sagrado” el cronista dice el nombre del autor de la conquista, ¡Gol del Pato Botassi!, repite varias veces en estado de éxtasis.
– Ese Cordobés, ese es el gol del cual te hablé-. Por un instante estuve tentado en abrazarlo, imaginando a Puentedura vencido, buscando la pelota adentro del arco.
La coronación no siempre es un trofeo… el premio es haber disfrutado el viaje.
Gracias Pato Botassi por la vueltita en el recuerdo.