El demonio se vista de izquierdas
por Carolina Montoto
Soy la doctora M., especialista en medicina familiar y comunitaria, y hoy estoy sulfurada. La olla a punto de estallarme como una cabeza de presión. O al revés.
Voy al banco y el empleado de turno me mira con condescendencia cuando le repito, y ya van tres veces, que no quiero un plan de pensiones, y menos comprar deuda del Estado. E insiste, raca raca raca, como si yo fuera menor de edad y no supiera lo que me conviene. Su mirada, ahora clemente. O aún viviéramos en los tiempos en que el espacio propio de la mujer era la cocina. Sin conexión alguna con el Gran Mundo, del que era excluida. Subida siempre sobre unos zapatos de tacón que le impedían avanzar al mismo ritmo que los hombres. Con una faja opresora que dificultaba que la sangre le llegara al cerebro.
Y en realidad, se me ocurre, es esa corbata opresora que él lleva en el cuello la que impide que la sangre le llegue al cerebro y le hace estar convencido de que el suyo es un trabajo digno.
Pero ¿qué más podía esperar en una sociedad que se ha inventado que el trabajo dignifica para que olvidemos que en realidad somos esclavos de éste?
Voy a una asamblea de un movimiento anticapitalista y entre tanto insurrecto le veo la cola, la de detrás, al demonio de la Santa Orden del Gran Patriarcado. Ave María purísima, me digo. Está criticando, con enorme vehemencia, la injusticia inherente a nuestro sistema, y a mí el corazón me late con fuerza porque he aprendido a oler de lejos a estos ejemplares que se visten de izquierdas. Las pistas de las que me sirvo para reconocerlos son simples, y mis recomendaciones, las siguientes:
-Desconfía de todo hombre que diga ser feminista. ¡¿Feminista?! Si lo es, ¿para qué necesita publicitarlo? Una rosa es una rosa es una rosa, dijo Gertrude Stein, y nunca una rosa ha necesitado demostrar su condición. A no ser que en realidad no sea una rosa auténtica.
-Es muy posible que te encuentres ante un Gran Patriarca cuando el sujeto en cuestión se siente delante de ti con las piernas completamente abiertas, repantingado en la silla y ocupando más espacio físico del preciso, como si la calle fuera suya. Y si encima se hurga en la nariz como si se sintiera comodísimo en su papel de Gran Macho, sal corriendo. Recuerda que la nariz es una alegoría de su pene.
-Es altamente probable que este ejemplar sea un Gran Patriarca de la peor calaña cuando, además de ocupar demasiado espacio físico con su presencia, lo ocupe con su voz y pretenda imponerse con la palabra: es decir, que te interrumpa y hable demasiado fuerte, o tenga tendencia a hacer demasiados discursos o a darte lecciones.
-Si encima no te mira cuando habla, como si fueras invisible, mientras que sí establece contacto visual con otros interlocutores, no necesitas darle más vueltas: el Gran Macho ya campa a sus anchas.
-Y, por último, no dudes de que te hallas ante un ejemplar de este tipo cuando él ignore los correos electrónicos que le envías o las preguntas que le planteas, o bien no te pasa la información que precisas para participar en un grupo o se dedica a entorpecer las reuniones que organizas desviándose del tema, monopolizando la conversación o con bromas. Eso se llama boicot, aunque, si se lo planteas, puede que él te acuse de ver complots por todas partes. O te llame exagerada o histérica, esa palabra que la usan para describir lo que no entienden o no quieren entender.