Corrosión. Capítulo 3. Nou Barris
por Dionisio Porta
Nací en Nou Barris en al año 1977. Algún día comentaré lo que ha pasado en mi barrio durante estos cuarenta años. Ahora prefiero hablar de Bolaño. De El gaucho insufrible concretamente.
El gaucho insufrible es un volumen de relatos publicado póstumamente. Editor, albacea y herederos legales; como tal, muy discutido. Considerada una de sus obras menores, no lo es para mí, ya que fue lo primero de Bolaño que leí. Me remonto al año 2004, demasiado tarde para empezar con Bolaño, lo sé, pero siempre he sido un lector de segunda línea. Tanto es así, que no me presté a Los detectives salvajes hasta algún año más tarde. Y no por falta de ganas, sino porque quería ser más brutal y más poeta que Bolaño.
Insufrible es una palabra insufrible que nadie se atrevería a incluir en un título. Solo Bolaño. Claro que El gaucho insufrible no es Los detectives salvajes, ni 2666, ni Amberes, ni El Tercer Reich, pero tiene lances de poderosa literatura. El relato negro de las ratas es un disparate resuelto con violencia y talento, del mismo modo que el gaucho insufrible es un tobogán lleno de astillas en el que se funden la política y la literatura. También están El viaje de Álvaro Rousselot, una febril reflexión sobre la autoría y la copia que demuestra que Bolaño siempre sabía escoger los temas. Y por último: Literatura + enfermedad = enfermedad. Ese relato me giró la cabeza. Había perdido mi trabajo. Me encontraba en paro. No había futuro. Sabía que no tardaría en morirme de un paro cardiaco. Frecuentaba bibliotecas tratando de domesticar un poco mi desesperación, cuando me encontré con Bolaño. Un Bolaño enfermo que se siente erguido mientras los demás gateamos. Ese Bolaño que solo piensa en follar mientras comprende que la vida es como el viaje del poema de Baudelaire.
“¡En desiertos de tedio, un oasis de horror!”
A principios de siglo, Bolaño era famoso por su condición de escritor oculto que había visto la luz. La mística del autor oculto como el mejor de todos vivía un momento dulce que la literatura no supo aprovechar. Ahora eso ya no existe, ni siquiera en la memoria. Lo que circula es todo lo que hay, dicta el discurso. Y nosotros tragamos con ello, sin ningún entusiasmo por descubrir grutas desconocidas. Lejos queda la época feroz, en la que podías convertirte en uno de los grandes de la literatura, como Jacques Vaché, sin haber escrito ningún libro, apenas unas cartas a tu amigo. Uno de los grandes de la literatura solo por la literatura que emanabas.
Y sí, en algún momento, quizás ahora, tendría que empezar a explicar qué es Corrosión. Hablar del mapa, de la corrosión, avanzar con la historia, con los fascículos.
Pero también quiero hablar de la Biblioteca de Nou Barris, contigua a la Seu del Districte y ubicada en lo que fuera el famoso Institut Mental de la Santa Creu, cerrado definitivamente en el año 1987 y que tan y tan presente estuvo en nuestro imaginario infantil.
De niños nos decíamos que todos aquellos tipos que llevaban abrigo en verano y meaban en botellas de Font Vella habían estado en el manicomio. La mejor de todas las historias era la del pelirrojo, de quien se aseguraba que había sido un médico de prestigio hasta que la desgracia lo condujo a la locura. La leyenda prometía que un error suyo había matado a su mujer mientras la operaba, razón por la cual el pelirrojo había enloquecido, y por más oportunidades que se le habían brindado, él prefería seguir dejando que la barba le trepara por la mejilla mientras meaba en un botella de plástico con esa tremenda polla de médico de prestigio que mata a su esposa en un quirófano perfectamente esterilizado.
Y vaya, quizás me haya alargado con las digresiones. Precisamente hoy, que tenía la intención de hablar de Corrosión, porque ya va siendo horita de hacerlo. Pero quedará para la siguiente entrega por aquello de no excederme.
Y por último, un detalle para que vean lo que es la literatura. El médico que mató a su mujer, el vagabundo de la morcilla y la botella de plástico, no era pelirrojo. El pelirrojo era otro. Un tipo errante pero sin historia, ni buena ni mala. Ni mató a su mujer ni meaba dentro de una botella de plástico. El médico verídico era un barbudo infinito con pelo hasta las córneas, cabello sucio, gordo, opaco, al cual he convertido en pelirrojo por dos razones.
En primer lugar para darle un poco vuelo al personaje. Y en segundo lugar porque la literatura siempre miente. Y si no miente, no es literatura, sino pura y triste realidad. Bolaño bien que lo sabía. Como Nou Barris, que también lo sabía muy bien.