27 Feb

No quiero ser Vila-Matas

Xavi Ballester

Últimamente, desde no sé exactamente cuándo, mi amigo George Willard está muy vago, no escribe, y me ha pedido que escriba yo por él.  Pero yo no soy él, hace tiempo que decidí que no quería ser escritor, así que echaré mano de lo que nunca tendrían que echar mano los que no quieren ser escritores (y los que quieren serlo tampoco deberían): desvelar cartas íntimas.

Esta es la carta que le envié hace ya casi dos años a otro señor que lo único que quería era ser escritor:

            Apreciado Sr. Vila-Matas,

            Yo no quiero ser Vila-Matas aunque el mundo se empeñe en que lo sea. 

            Todo empezó hace unos tres años: perdí el trabajo, perdí el piso y pensé que por fin había llegado el momento de poder escribir con luz de día. 

            Nos mudamos a un piso de alquiler en la Travessera de Dalt, 78. Empaquetada mi vida en cajas de cartón pendientes de abrir y barnizado con todo el optimismo que fui capaz de juntar, la segunda o tercera mañana en el piso nuevo me dispuse a dar el paso definitivo para conquistar el dilatado tiempo que me quedaba por delante: aún en pijama, bajé al rellano de la escalera y coloqué un cartelito con nuestros nombres escritos en boli en el buzón. Cuando acerqué la cara a la diminuta ventanilla del buzón, recibí el primer mensaje: los nombres de Enrique Vila-Matas y Paula de Parma escritos en el buzón contiguo al nuestro. ¿Era él?

            No le di más importancia que la que pueda tener el destino sin destino, aunque me sirvió para recordarme que hacía demasiado tiempo ya que no leía a Vila-Matas. Aquella tarde recuperé Exploradores del abismo, y tan sólo abrirlo, la primera en la frente: “Voy pensando que un libro nace de una insatisfacción, nace de un vacío, cuyos perímetros van revelándose en el transcurso y final del trabajo. Seguramente escribirlo es llenar ese vacío”. Y entonces me pregunté: De què està fet un llibre? Del que diu o de tot el que no diu? Y a continuación recordé la frase de otro explorador de abismos, que no era escritor sino músico, Miles Davis: “El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de todos los ruidos” y después, sin pausa, a Lezama Lima: “La luz es el primer animal visible de los invisible” y enganchada a la última sílaba me empezaron los versos de Valente: “Ala sin pájaro. Vuelo sin ala”…Vet aquí el regal d’en Vila-Matas, pensé: una invitación tentadora a no deixar d’estirar el fil. (FIL, premio que recibió un tiempo después). 

            Por la noche, aún con las cajas de la mudanza por abrir apiladas por todo el piso, volví a los Exploradores, ya en la cama. Y recibí el segundo mensaje, ineludible: Llevo muchos años ejerciendo de espía casual en el autobús de la línea 24 que sube por la calle Mayor de Gracia, en Barcelona. ¡El bus 24! El mismo autobús que ya había cogido un par de veces y que me dejaba delante de casa, como a Vila-Matas. 

            La portería del edificio donde vivo y en el que todo indicaba que vivía un señor llamado Enrique Vila-Matas sigue siendo una portería de verdad, es decir, una portería con portera, la Paqui. Al cabo de unas semanas de “buenos días”, “qué calor, el invierno ya no es lo que era” y “que niños más guapos”, me decidí:

            -Paqui, perdona, ¿un escritor que se llama Enrique Vila-Matas, vive en este edificio?

            - Enrique! Sí, claro, pero se mudó. Muy majo, muy educado, aunque un poco raro. Paula, su mujer, era un encanto, siempre muy amable cuando iba a su casa a planchar las camisas de su marido para ganarme un dinero. De vez en cuando los llamo para enviarle los libros y cartas que aún recibe aquí…-

            Tercer mensaje. Más que un mensaje, una orden. Y obedecí. Desde aquel día, me puse a escribir día sí día también.

            Frase tras frase, relato tras relato, me di cuenta de la evidencia: yo no visto camisas, no como sipia, no sé viajar en vertical ni nunca recibiré ningún premio nacional. No quiero ser Vila-Matas, aunque el mundo se empeñe en que lo sea. 

En el caso de que mi amigo George Willard siga igual de vago y se empecine en seguir no escribiendo, no tendré más remedio que revelaros el final de esta historia epistolar en la cual también tendrá un papel estelar Josep Mallorquí. Sí, ese mismo, el de El Coyote.

 

09 Ene

Grande y rojo

Xavi Ballester

 

Es grande. Es rojo. Parece

del este porque los hombres del este son

grandes y rojos, al menos los que yo magino. Duerme

despatarrado ocupando todo el banco

del vagón de Metro que nos devuelve a casa. La gente

lo observa, seria, precavida, indignada. ¿Por qué?

Él sigue dormido, ajeno, grande, rojo. Si detienes la mirada

en su piel porosa, el rojo se torna lila, el lila

se cristaliza y el cristal se vuelve papel.

El Metro se detiene, las puertas se abren.

Unos salen, otros entran y lo miran.

El Metro arranca. Ahora ronca.

Al poco empiezan las risas. Alguien

propone despertarlo. Un chica desenfunda

una guitarra y empieza a tocar suave. Unos hombres

con las manos emblanquecidas por el yeso y el rostro tostado por el sol, de pie,

en círculo, no se inmutan. Un viejo atraviesa el muro invisible

que se ha alzado entre los viajeros agolpados y el durmiente,

se le acerca y se inclina hasta casi

rozarle los labios hinchados. Respira, dice.

Alguien silba, alguien silba muy fuerte. Dos chicas negras

ríen. Una de ellas lo fotografía con el móvil y teclea la pantalla.

El hombre del este ronronea, todos callamos. Suena la guitarra.

El hombre del este ronronea, todos callamos. Suena la guitarra.

Se revuelve sobre sí mismo y deja a la vista

el forro blanco de los bolsillos vacíos: “No tengo

nada, sólo tengo mis sueños que sueño

ahora aquí, ante vosotros, donde vosotros

no os atrevéis a soñar”, parece decirnos. Pero nadie

le escucha y el hombre del este sigue durmiendo.

El Metro se detiene de nuevo. La chica guarda la guitarra.

en una funda negra. Transbordo. Unos

bajan, otros suben. El espectáculo

ha terminado, el espectáculo vuelve a empezar.

Es grande. Es rojo. Parece

del este porque los hombres del este son

grandes y rojos.

 

28 Nov

Aquells qui no sóc jo

Xavi Ballester

Aquest matí, de camí a la biblioteca Vila de Gràcia per anar a recollir un llibre de l’Amy Hempel que havia reservat dues setmanes enrere, m’he creuat amb un grup de nens que tornaven de la piscina. No deurien tenir més de sis anys, caminaven en fila i agafats de la mà per parelles. La monitora que els guiava els animava tot dient-los que a cada passa que feien estaven una mica més a prop del casal. Llavors els ha proposat un joc per fer més entretinguda la tornada: es tractava de cantar una cançó amb una única vocal, l“o”. La noia s’ha girat de cara als nens –ara caminava enrere amb passes curtes-, ha obert els braços com si carregués un cistell enorme, ha arrufat el nas i els ha invitat a imaginar-se que eren un ós gegant de les muntanyes. Va vinga, ara ben exagerat i amb una veu ben forta i greu com si fóssim un ós que mai té fred ni calor! Tot seguit ha començat cantar:

“Ol gogont dol po, oro bollo, oro bollo,

Ol gogont del po, oro bollo pol bolcó”. Leer más

31 Oct

L’edat de les muntanyes

 Xavi Ballester

Espera’m, torno de la nit

         ple d’imatges per tu.

Joan Vinyoli

            Érem la Paula i l’Alfons i la Carme i la Maria i l’Enric, i el petit Adrià, el fill de la Paula i de l’Alfons.

Érem. Nosaltres.

La Carme venia sola, sense en Pere, el seu marit, que s’havia quedat a Barcelona perquè el seu fill tenia partit de bàsquet. Vam arribar a Vilanova de Sau amb el darrer raig de sol tenyint de taronja els cingles que vigilen el pantà. El dia havia estat xafogós i havíem volgut anar a banyar-nos. Finalment, però, no ens hi vam ficar. Feia mesos que no plovia i l’aigua del pantà era tota tèrbola. La Paula va respirar tranquil·la perquè no volia banyar-se en unes aigües que negaven un poble on hi havia viscut gent. No s’hi veia el fons.

Recordo que durant el camí de tornada l’Enric va preguntar com es podia saber l’edat d’una muntanya. Sols l’Enric podia fer preguntes com aquesta després d’estar-se tot el viatge sense obrir boca. El capvespre ens oferia la seva invitació a recollir-se. Era la millor llum del dia, una barreja de tons taronges, groguencs i lilosos que queia sobre el paisatge, es vessava damunt de les teulades del poble, regalimava per les façanes i es desfeia sobre la carretera humida de tornada a la masia. Primer, t’omplia la mirada i a continuació, a poc a poc, t’emplenava el cos i l’esperit de serenor. Cap de nosaltres no deia res, conscients que calia respectar aquell espectacle que se’ns regalava davant dels nostres ulls. Leer más

26 Sep

Merles (3a part)

per Xavi Ballester

Imatge cedida per Lu Garriga, la seva autora

Aquí la 1a part.         

Aquí la 2a part.                                         

El batibull d’aus s’engoleix a si mateix, la massa grisenca de plomes forma un sol cos embogit, brut i famolenc que picoteja i picoteja i picoteja sense fi fins que un home s’hi atansa.

– Senyora, perdoni, es troba bé? Puc ajudar-la?

– Quim, on t’havies ficat?

– Perdoni, senyora, jo no…

– Res d’excuses, fill. Per què m’has deixat sola? Et veig més prim, ja menges prou?

– Senyora, què li ha passat?

– Els ocells aquests que s’han tornat bojos! No em sorprèn, pobrets, ningú no té cura d’ells i si els haguessis vist fa una estona, tots estesos a terra mig morts de gana.

– Morts, qui?

– Va vinga Quim anem per feina. Cull la bossa del terra i ajuda’m a escampar el pa…Si més no ja t’has tret aquell barret horrible i aquelles ulleres tan grosses que no deixaven veure els ulls tan macos que tens. Leer más

19 Sep

Merles (2a part)

per Xavi Ballester

Imatge cedida per Lu Garriga, la seva autora

Aquí la 1a part.

Lentament però decidida, col·loca les mans damunt dels braços de la butaca. Fa una llambregada al seu voltant, però no hi veu el que busca. Es neguiteja fins que per fi localitza el caminador d’alumini daurat al costat de la porta del passadís. Cada cop me’l posen més lluny, es pensen que no me n’adono, però jo ja ho sé ja que no volen que em mogui, volen que em quedi en aquesta cadiraSi, ja ho sé, potser ho fan amb bona intenció, però jo no sóc cap vella inútil. He d’explicar-ho al Quim i dir-li que per aquest cop no els castigaré pas….Quan era mestra també li recava haver de castigar els seus alumnes, però hi havia vegades que no tenia més remei. Malgrat que intentava inventar-se qualsevol excusa per disculpar les seves malifetes o dissimular les faltes d’ortografia, quan el director de l’escola apareixia per la classe no li quedava altra opció que treure el regle de fusta. Procurava picar els dits dels infants ben fluixet, just en el moment de l’impacte, donava un cop de peu a terra perquè el soroll fes creure al director que els picava com manava el reglament. Malauradament, els seus alumnes solien ser mals actors i no acompanyaven l’acció amb algun gemec o alguna ganyota de dolor, per la qual cosa el director acabava agafant el regle i ell mateix s’encarregava personalment d’administrar el càstig. Leer más

12 Sep

Merles (1a part)

per Xavi Ballester

Vindré, mare, demà

la nit haurà passat

de llarg aquest silenci

de colp definitiu.

(Teresa Pascual)

 

La seva és l’única finestra encesa. És l’última veïna que queda en tot l’edifici. Per això pot tenir el volum del televisor tan alt com vulgui. Ningú altre, llevat d’ella mateixa, el sentirà.

Tot i així, no ha pogut copsar el nom, era quelcom semblant  a “abraces” o “atanses” o potser ha dit “arcades”. És un nom estrany, ara mateix és incapaç de retenir-lo. Del que està segura és que té moltes “as” i juraria que mai no l’havia escoltat abans perquè, si ho hagués fet, segur que el recordaria o potser no…Quan la presentadora l’ha pronunciat amb la seva veu musical, el nom ha sonat esbatanat, un d’aquests noms que s’eixamplen en dir-los, que tenen una força natural i confiada. Ara bé, no entén, però, de què carai riu la presentadora ni per què manté aquest somriure estúpid ni tampoc per què no deixa d’estarrufar-se els cabells cada vegada que repeteix la notícia:

 Trobades mortes més de cinc mil merles el matí de l’Any Nou a l’estat d’Arkansas.  Leer más

20 Jun

Ploure de baix

per Xavi Ballester

Vaig arribar a la casa buida i em vaig tancar a l’habitació. No volia que el pare em veiés plorant. El primer dia, no. Amb la cara entaforada al coixí, la veu del professor ressonava més acusadora encara: A veure, la nova, qui va formular la llei de la gravetat? El pitjor van ser les rialles dels companys, com agulles clavant-se totes alhora arreu del meu cos. L’endemà, vaig pensar, serà pitjor.

També era la primera nit, la primera nit a la casa nova. El pare va arribar tard. Va obrir la porta de l’habitació, però em vaig fer l’adormida. Plovia. La pluja queia del cel com un sol cos pesat. No va parar de ploure fins que se’m van tancar els ulls.

En despertar-me, sense esmorzar, el pare em va fer caminar damunt la gespa xopa. Anàvem descalços, les gotes de pluja ens esquitxaven els turmells. “D’això se’n diu ploure de baix”, em va dir. Després va afegir que la mare no tornaria. Jo vaig preguntar-li si sabia qui havia inventat la llei de la gravetat. Newton, va respondre. Mai no l’havia sentit aquell nom, i, quan vaig arribar a la porta de l’escola, ja l’havia oblidat. No sabia què fer, ja havia entrat tothom, estava sola al carrer. Segur que el professor m’estaria esperant per preguntar-me de nou per la llei de la gravetat. Vaig girar cua, volia fugir corrents, però llavors vaig sentir un pessigolleig als turmells: el pare i jo, tots dos de nou amb els peus nusos damunt la gespa humida. No vaig recordar el nom de Newton, però vaig saber que el futur no hi entén de lleis i sense cap por vaig creuar la porta de l’escola.

 

23 May

El declivi mundial de les coníferes

per Xavi Ballester

Va ser amb tres o quatre anys que en Joan Fontcoberta es va inventar la primera excusa de la seva vida. Sa mare li havia preparat una truita a la francesa per sopar. Un cop assegut a la taula, va fer el primer tall a la truita disposat a menjar-se-la, però, en veure com sobreeixia l’ou blanquinós mig cru, en Joan Fontcoberta es va inventar que li feia mal la panxa. Aquell vespre, se’n va anar a dormir sense sopar i un cop al llit li va costar agafar el son per culpa dels sorolls de la panxa buida.

D’ençà d’aquell sopar frustrat, la vida d’en Joan Fontcoberta ha estat una successió d’excuses, una darrera de l’altra, cada dia, per qualsevol motiu insignificant o bé per no haver d’afrontar les decisions importants que qualsevol ha de prendre al llarg de la vida. La inventiva d’en Joan Fontcoberta no té límits, capaç de crear un inesgotable ventall d’excuses, més hàbil, més precís i més convincent que qualsevol de les excuses d’un escriptor davant del full en blanc. Però la veritat és que en Joan Fontcoberta n’està més que fart de buscar excuses per a tot. Leer más

09 May

Mi aniversario sin mí

por Xavi Ballester

No se lo reprocho, de verdad que no.

A mí, en su lugar, me hubiese ocurrido lo mismo. El tiempo, dicen, lo cura todo, y de lo mío hace ya tantos años, demasiados, que incluso en ocasiones a mí me cuesta acordarme cómo vine a parar aquí, cómo fue exactamente. Me refiero a los detalles, cosas como el relieve de las baldosas, el color del coche, el nombre de la calle, si aún llovía, el ruido de las ramas de los árboles al viento…Mis compañeros me insisten que ya no tiene sentido preguntarse nada; esto, me dicen, también te lo enseñará el tiempo. Pero para mí, los detalles lo son todo, sin detalles no hay verdad. Cuando vienen a verme, ellos tampoco lo comentan, a lo mejor también lo han olvidado o sencillamente, después de tantos años, para ellos, ahí fuera, no tiene ningún sentido repasar cada momento, recrearse en cada detalle. Pasó y ya está, sin ningún significado ni razón ocultos.

No se lo reprocho, de verdad. De verdad que no. Leer más