El debut
por Adrián Demichelis
El Flaco era un crack, un lírico, desde chiquito, desde que lo vi la primera vez en el campito de calle Comercio. Escuálido, puro hueso, pata larga, a primera vista no pagabas dos mangos por él. Si no lo conocías, lo elegías último en el pan y queso. Tenía pinta de traga y chupamedias, cara deabanderado para siempre, no daba el perfil de buen jugador de fútbol. Pero cuando le tirabas la pelota le salía un gesto técnico, un instinto natural de ponerla debajo de la suela (desde pibe, siempre debajo de la suela), una cosa de locos: se paraba arriba de la bocha y desde ahí pispiabael mundo que nosotros no veíamos. Jugaba a dos toques como máximo, disfrutaba más tirando una pared que una gambeta, estaba pendiente de quién se movía delante, de pesquero, para meterle un pase de gol. El Flaco era un comunista del futbol, jugaba para los otros y con los otros.
Una tarde lo vio el Chileno Vílchez y lo llevo al Baby (siempre el chileno con su mirada aguda para elegir pibes), y como era muy flaco para jugar de 5, lo puso de 7, por afuera, un delantero mentiroso. Metía goles, pero al Flaco le encantaba inventar goleadores, por eso siempre estaba atento a ese pase en cortada, a la estocada entre los centrales. Pasar la pelota por el filo de la muerte de un pase truncado por el zapatazo desesperado de un defensor limitado. Hasta se reía por la cara de los marcadores cuando no podían con su creación. Un talentoso el Flaco.
Fue una tarde en inferiores cuando el Flaco apenas cumplía 15 años, ese partido la dejo chiquita, jugando de enganche, su lugar natural en el mundo. Media 1.70, mucho para su edad, alto y desgarbado, con algunos granitos en la cara, por la pubertad. Por alto y también talentoso, lo eligieron los del club, es que por allá, en el interior, en el pueblo, pocas veces se ven a los caza talentos de la capital y cuando están, alguno se llevan.
Su vieja no lo dejaba ir a Buenos Aires al Flaco, por el colegio y los miedos que tienen las madres, por eso fue que todos fuimos a la casa. Todos los amigos le metimos presión a Doña Irene para que lo dejara ir, porque para nosotros los del pueblo, el sueño de uno es el sueño de todos y si uno de los nuestros llegaba a primera, llegaba el campito completo. La convencimos y el Flaco se fue. Lo recibieron bien, pero a los profe (acá le dicen profe a los técnicos), les preocupaba su delgadez, por eso le cambiaron la dieta y los entrenamientos y cada vez que volvía al pueblo, lo veíamos distinto, más ancho, menos talentoso, pero más grandote de arriba y de piernas, aunque cada vez más delgado para pensar.
Parece mentira lo rápido que corre el tiempo, me acuerdo como si fuera hoy la primera vez que lo vi al Flaco, fue en el campito del que hablé, en calle Comercio, lo recuerdo pisando la pelota entre tres y, sin mirarme, dándome el pase que definió aquel contra barrio. Yo tuve que empujarla al lado de los ladrillos que hacían de uno de los palos, pero el Flaco me abrazo para siempre y nos hicimos amigos sin necesitar más palabras que un gol apretado. Por eso no podía faltar, llegamos hoy a la mañana a la capital y es que el Flaco debuta. Bueno, el Flaco es una manera de decir porque ahora mide 1.90, y también perdió ese instinto natural de ponerla bajo la suela, tiene un lomo que parece Robocop y ya no juega de enganche (en realidad acá solo jugó un año hasta que un técnico lo fue corriendo de posiciones y quitándole libertades y magia, porque solo le importó lo alto y no el talento). Hoy juega de central, no se ríe tanto como antes, le pega de punta y para arriba y pone cara desesperada cuando le meten una bocha entre el filo que deja la vida y la muerte de un pase gol. A mí me gustaba verlo pisar la pelota y pispiar el mundo que no veíamos, pero las cosas y los sueños de un amigo se respetan y aunque cambió su físico y su fútbol, para mí siempre será el Flaco. Lo vinimos a ver porque debuta en primera y hoy debutamos todos, sus viejos, los hermanos y nosotros… los del campito de calle Comercio.
Gracias gente por el honor de participar en su revista