Adónde se van las cosas
per Jean Murdock
Hasta ahora he tratado de dilucidar de dónde vienen las cosas. Por eso sé que es tan difícil saber de dónde vienen como averiguar adónde van. No es de extrañar. Si a uno le llega algo que no sabe de dónde ha salido es muy probable que le llegue de alguien que no supo adónde se fue.
Ya os he hablado de la Caldera del Diablo, esa cascada que se bifurca y uno de sus ramales se pierde en lo profundo del suelo y nadie sabe adónde va su agua ni las cosas que arrastra con ella. En Los hombres sin hueso, de Gerald Kersh, Yeoward dice: La Tierra suele tragarse cosas y vomitarlas después. Esta es una región volcánica. Un pequeño corrimiento de tierra puede bastar para engullirse una ciudad, y un movimiento peristáltico de las entrañas de la Tierra puede sacarla de nuevo a la luz un millón de años más tarde.
Yo viví muchos años en un piso con un pasillo muy largo cuyas baldosas se movían y se juntaban, unas contra otras, apretándose, casi levantándose. Me pregunto si, por algún movimiento peristáltico, se habrán separado y los inquilinos de ahora habrán encontrado unos muñequitos articulados que olvidé de niña en un columpio. Era aquel columpio compuesto por una plataforma circular de metal que giraba alrededor de un eje, también metálico. La diversión consistía en subirse a la plataforma y agarrarse a la barandilla que irradiaba del eje. Entonces se hacía girar la plataforma y había que aguantar, cuanto más rápido, mejor. Cuando bajabas, te daba todo vueltas. En realidad era una especie de preparación infantil para el toro mecánico que es la vida después.
No sé de dónde vino Rosita e ignoro adónde va, pero sé que, con ese nombre u otro, huele a pastilla de jabón recién desenvuelta y que ha sido gloria enjabonarse con ella.
El relato de Kersh también dice lo siguiente: Yeoward localizó el lugar en que tales leyendas tenían sus raíces: un lugar inexplorado que carece de nombre porque los indios se niegan a dárselo, ya que, según ellos, es «un lugar funesto». Bueno, creemos que la muerte es funesta porque no sabemos adónde nos lleva y que lo más probable es que no vuelva a traernos. Pensamos que nos pasamos la vida sin saber nada precisamente por eso, por no saber de dónde ni adónde, pero la vida es el mientras, y mientras tanto hay que entretenerse. Rosita es el mientras. ¡Larga vida a Rosita!