Desde la caja de libros IX
por @librosfera
Ahora viene la afirmación que me hace ganarme el respeto de una gran porción de mis colegas de profesión: hoy en día, las bibliotecas públicas podrían sobrevivir con muy pocas bibliotecarias.
Teniendo en cuenta el día a día de una biblioteca pública, más nos valdría tener con nosotras trabajando a gente que supiera de…
- informática.
- trabajo/educación social.
- animación sociocultural.
- administración.
- recursos humanos.
- psicología.
- marketing.
¿Cuántas veces, en un mes, tengo que utilizar complejas fuentes de información para contestar las preguntas que me plantean en la biblioteca? Con un poco de conocimiento adquirido a base de leer y el uso del catálogo, sirve. Sin embargo, cada mes tenemos problemas con los ordenadores, personas que piden ayuda para hacerse un currículo, chavales que llegan directamente del cole con ganas de olvidarse de los deberes, dudas sobre cómo organizar al personal teniendo en cuenta bajas y permisos y vacaciones, y lo que más parece preocupar a todo el mundo que trabaja en bibliotecas: cómo las vendemos.
Quizás las venderíamos mejor si tuviéramos en plantilla a poetas, arquitectas, maestras, artistas del videoarte y alguna monja budista.
O quizás todo esté al revés, y sólo deberían trabajar en bibliotecas las auténticas bibliotecarias… y mandar a cada persona desubicada al sitio que le corresponda.
Sobre esto, dos comentarios que me hacen compañía…
Joan Todó citaba a un tal Pujol (no sé cuál de ellos: hay muchos) en Twitter hace unos días diciendo (traduzco): “Las bibliotecas hacen de cibercafés, los bares de hacen de museo, y los museos compiten con las tiendas de souvenirs. Y nadie hace de biblioteca.”
Jean Murdock me decía en un correo sobre todo esto: “Puede que con las bibliotecas esté pasando como con el resto: que, como todo se ha convertido en producto, ya no se reconoce nada porque todo se mezcla para venderse. Y me gusta la mezcla, pero el otro día entré en un estanco y salí totalmente depilada –y sin tabaco. Hoy que todo es una “experiencia” (comer, viajar, etc.), igual también se nos ha ido de las manos lo de las bibliotecas y ahora son otra “experiencia”. Pero, EH, también va bien ir al bar y que el camarero te haga de psiquiatra, aunque me gusta que la biblioteca haga de biblioteca y tenga libros y bibliotecarios dentro.”
Yo sólo digo que cuando vayan ustedes a una biblioteca, no les dé ningún reparo preguntar por libros. ¡No pidan perdón por molestar! (Me he encontrado con muchas personas que lo hacen). Bienvenidas sean todas las que vienen a la biblioteca a buscar libros, y “molestan” a las bibliotecarias preguntando por este o aquel título. ¡Vengan! ¡Pregunten! A mí me alegran la jornada…