04 Jul

Amar desde una trinchera. Les dernières années de Guillaume Apollinaire.

por Steven Forti

 A finales de julio de 1914 Guillaume Apollinaire se encuentra en Deauville con el amigo dibujante André Rouveyre. Estan realizando un reportaje para la revista Comoedia sobre la vida mundana en una de las localidades de veraneo más cool del norte de Francia. Deauville, por cierto, se convertirá en los meses siguientes en un sanatorio para los heridos de la Gran Guerra. Ahí un joven Pierre Drieu La Rochelle escribirá sus primeros íntimos poemas. Deuville, la capital de los sanatorio mundanos.

En la noche del 31 de julio, justo cuando Raoul Villain mata a pistoletazos en el café Croissant a Jean Jaurès, Apollinaire y Rouveyre tienen que regresar a París. Mientras ve colgados en las calles los primeros carteles que llaman a la movilización general, el apátrida Apollinaire percibe que lo que está a punto de empezar es algo que cambiará por completo la Europa de la belle époque. Ese “mundo de ayer”, que nos dejó retratado un testigo de la talla de Stefan Zweig, ha muerto. En La Petite Auto, poesía incluida en sus Calligrammes, cuyo subtítulo, no por casualidad, es Poème de la paix et de la guerre (1913-1916), escribe:

 

Nous arrivames à Paris

Au moment où l’on affichait la mobilisation

Nous comprimes mon camarade et moi

Que la petite auto nois avait conduits dans une époque nouvelle

Et bien qu’étant dejà tous deux des hommes mûrs

Nous venions cependant de naître.

Ganas de alistarse, ninguna. Apollinaire se queda en la ville lumière todo el mes de agosto en una situación cada día más caótica: los alemanes avanzan en el norte y el oeste y se acercan a la capital gala. El 3 de septiembre Apollinaire decide desplazarse a Niza donde viven algunos amigos suyos. Hoteles, aperos y tertulias literarias en la Côte d’Azur.

Un métèque sin pelas

apollinaire soldatTras sólo tres meses a orillas del Mediterráneo, Apollinaire se alista voluntario y se marcha a Nimes donde se incorpora al 38 regimiento de artilleria.  Ahí se quedará aburriéndose hasta el mes de abril de 1915 cuando tendrá su primer contacto con el frente. ¿Qué le lleva a alistarse, justo en el momento en que se percibe que la guerra no será ni breve ni bonita, sino larga y terrible? Los soldados mueren uno tras otro en batallas inútiles a lo largo de un frente de casi mil kilómetros marcado por las heridas de las trincheras.

Es que el sumo poeta Apollinaire no tiene un duro. Con la guerra las revistas cierran o, como mínimo, deben reducir el número de páginas por falta de papel. Apollinaire vive de colaboraciones periodísticas: Le Mercure de France, Paris-Journal, le Petit Bleu y un largo etcétera. Los artículos sobre poesía y arte no son para tiempos de guerra. Los libros de poemas y relatos –ay, ¡qué maravilla es L’Hérésiarque et Cie!– no venden. Los de Apollinaire como mucho dos mil ejemplares. Los poetas no se hacen ricos nunca, ténganlo ustedes en cuenta.

Pues, alistándose, el autor de Alcools resuelve un problema práctico: la subsistencia. Pero también un problema de orden moral: por su condición de apátrida y extranjero, Apollinaire no podía quedarse en las tertulias de Niza, mientras la gran mayoría de los jóvenes franceses estaba ya en el frente. Había nacido en Roma, hijo de una polaca con pasaporte ruso y de padre desconocido, aunque se supone que fuese un oficial italiano; sólo en 1916 se naturalizará francés. A finales de agosto de 1880 se le bautiza como Guglielmo Alberto Wladimiro Alessandro Apollinaire de Kostrowitzky y su madre le llamará siempre Wilhelm, en polaco.

Por más inri, el poeta Apollinaire en 1911 acaba una semana en el calabozo por las malas compañías de sus años mozos en París. Su colega, el aventurero belga Géry Piéret, que le inspirará más de un relato, roba unas estatuillas en el Louvre. La noticia acaba en la prensa y Guillaume se ve envuelto en el escándalo. Le tildan de pornógrafo y métèque. Pasarán meses hasta que sea absuelto, pero la acusación pesará como una losa en el ego de un hombre que quiere ser aceptado en los brazos de la France. Alistándose, pues, Apollinaire quiere demostrar que él también es un francés que se juega la vida por la patria.

Lou, siempre y sólo Lou

Pero hay una razón más que se llama Louise de Coligny-Châtillon, o más sencillamente Lou. Apollinaire se enamora de ella recién llegado a Niza. Más que un amor es una obsesión para una mujer libre y libertina que cautiva a un seductor no correspondido. Lou no se concede y Apollinaire se vuelve loco. Y cuando se concede y luego desaparece, el sumo poeta se vuelve más loco aún. Por esto se alista voluntario. Para largarse de Niza donde Lou tiene su harem de hombres. Mejor la guerra que los sufrimientos del corazón. Y desde Nimes, el poeta-soldado le escribe cartas y poemas que le pide guardar para una futura publicación. Así nacerán tantoPoèmes à Lou como Lettres à Lou. Lou no contesta a las cartas y Apollinaire se desespera en el cuartel donde aprende el arte de la guerra. Lou contesta y Apollinaire está en los cielos: le pide que venga a Nimes y se detiene en imágenes que se mueven entre el amor puro y el masoquismo fetichista. Culos, tetas, clitoris y vergas por doquier.

En Navidad de 1914, Apollinaire le escribe:

Te deseo. Me introduzco en ti con toda mi virilidad, tendida como el arco de Nimrod. Te cojo entre mis brazos y te trituro, arrojando dentro de ti toda mi fuerza vital. Cojo tus labios. Palpo tu bello culo adorable. Lo beso. Te bebo ahí donde tu pelo exquisito es un bordado delicado de seda […]. Querida, te deseo hasta rugir.

El 13 de enero de 1915, mezclando siempre la ironía con unos celos indomables, le aconseja: “no quiero que una muchacha como tú, que tiene un culo soberbio y le ha puesto ya los cuernos al marido, se masturbe como un chiquillo inconsciente. Y si lo haces, te espera el látigo, mi niña, el látigo para domarte”. O una semana más tarde le envía un acertijo: “¿Qué diferencia hay entre el presidente Poincaré y tú? Respuesta: cuando tú entras en mi habitación se levanta mi miembro; cuando Poincaré entra en el Parlamento se levantan todos los miembros”.

Pero, pese a la insistencia de Apollinaire, Lou pasa olímpicamente del poeta, que se conforma en principio con una amistad tampoco correspondida. Un amor fugaz y poco más para una mujer que adelanta los tiempos. A Apollinaire no le queda otra cosa que la guerra. Y algún que otro amor.

Más allá de Lou: la guerra

“La guerra durará mucho tiempo. Aún no ha empezado de verdad. Dios, cómo será extraordinaria y espantosa cuando empezará”. Así escribe Apollinaire el 31 de marzo de 1915 en una de las cartas a Lou, cuando está a punto de dejar Nimes para ir al frente. A la semana siguiente le dice que ha llegado a primera línea: “Es fantástico. […] Aquí se vive una vida salvaje, me parece ser un vaquero en el Lejano Oeste”. Y añade: “Es una vida grandiosa, que no excluye una melancolía lírica extraordinaria. Las granadas gimen de forma desgarradora”.

Sin dejar de lado a los sueños eróticos, panacea psicológica para la vida de un hombre mundano encerrado de repente en una trinchera, Apollinaire se detiene en la descripción del día a día:

La batalla comienza de noche, no sé bien dónde, pero no muy lejos. La escucho claramente, ininterrumpida, parece casi que el diablo esté moliendo el café. Es fantástico como las granadas luminosas exploten maullando, casi como si un gran monarca esté organizando un espectáculo de fuegos artificiales en honor a tu belleza. Hoy nos han lanzado pocas granadas.

Guillaume-Apollinaire

Pasada la semana en primera línea, Apollinaire explica detenidamente el sistema de funcionamiento de las trincheras. Y apunta:

Hoy me he dado cuenta un poco mejor de qué son estas trincheras: una especie de Muralla China […]. Parece casi que estén construyendo el metro. […] De todos modos, esto demuestra claramente lo frágil que es lo que nos separa de los alemanes y en esta gracilidad hecha con la nada hay algo de elegante. Hay un cierto encanto. ¿Cómo decirlo? Sí, un encanto femíneo.

En un poema de Calligrammes, escrito en septiembre, la protagonista es la noche antes de una ofensiva:

Nuit violente et violette et sombre et pleine d’or par moments

Nuit des hommes seulement

Nuit du 24 septembre

Demain l’assaut

Nuit violente ô nuit dont l’épouvantable cri profond devenait plus intense de minute en minute

Nuit qui criait comme un femme qui accouche

Nuit des hommes seulement.

Es una sensación extraña la que vive Apollinaire. El 11 de julio vuelve a escribirle a Lou mostrando el cansancio físico y mental tras más de tres meses en las trincheras: “Aquí no hay nada, ni ríos, ni árboles, ni pueblecitos, ni casas, ni gente: no hay nada más que la guerra, y te aseguro que lo pienso lo menos posible para poder pensar, todo lo que pueda, en ti”. Sin embargo, en noviembre, cuando Lou es ya un recuerdo lejano, le dice: “Yo, mi querida Lou, no me aburro nunca, y de hecho creo que la guerra es una cosa ridícula como la paz. Siempre dije que habría durado mucho, así que ahora no puedo decir que estoy decepcionado. […] No hubiera nunca pensado que un día habría participado en la más grande de las batallas de artillería de todos los tiempos”. Y en otra poesía de las mismas semanas vuelve sobre esa idea de la nueva etapa, en cierto sentido maravillosa, que se abre con la guerra. Resuena un cierto gusto al futurismo de Marinetti y compañía que había abrazado en 1913 redactando un manifiesto agresivo comoAntitradition futuriste:

Ne pleurez donc pas sur les horreurs de la guerre

Avant elle nous n’avions que la surface

De la terre et des mers

Après elle nous aurons les abîmes

Le sous-sol et l’espace aviatique

Maîtres du timon

Après après

Nous prendrons toutes les joies

Des vainqueurs qui se délassent

   Femmes Jeux Usines Commerce

   Industrie Agriculture Métal

   Feu Cristal Vitesse

Madeleine, Jacqueline, un obús que explota y la gripe española

El 18 de enero de 1916 Apollinaire envía una última, breve y fría carta a Lou. El poeta tiene ya en la cabeza a Madeleine, una joven que conoció en un viaje en tren hacia Marsella el año anterior. Entre la soledad en el frente y la frustración por la pérdida de Lou, Apollinaire empieza una correspondencia con Madeleine, le envía un ejemplar de Alcools, le dedica algunos poemas. Le pide en seguida la mano y la visita durante las Navidades en Orán, donde vive con la familia. Justo después de este viaje le escribe por última vez a Lou: “Te deseo bellos amores y mucha felicidad. Al final uno se acostumbra a la guerra, yo participé en las peleas de la 194 cerca de la colina de Tahure. Bueno, de momento me las arreglo sin daños, y al fin y al cabo no está tan mal”.

A mediados de marzo, antes de volver en primera línea, escribe a Madeleine: “Te doy todo lo que tengo. Que esto se considere como mi testamento”. Tres días después, la explosión de un obús le hiere en la sien. Le operan de urgencia y pasa varios meses en los hospitales. No volverá al frente: cuando se recuperará le destinarán a los servicios de Censura. Extraño destino esto para un poeta. No fue el único.

La herida cambia radicalmente la vida de Apollinaire. Anula la boda con Madeleine, se olvida definitivamente de Lou y vuelve a la vida artística y mundada de la ville lumière. En la primavera de 1916, mientras estaba a punto de palmarla, en Suiza había nacido el dadaismo. Picabia y Albert-Birot son buenos amigos suyos. Le piden de rodillas que colabore en las dos revistas que habían fundado, Nord-Sud y Sic, respectivamente. Apollinaire acepta encantado. Además, escribe una obra de teatro, la fantástica Les Mamelles de Tirésias, que se pondrá en escena en 1917 en París, provocando la ira del imprevesible Tristan Tzara. A Apollinaire le da tiempo también para casarse: el 2 de mayo de 1918 con la “jolie russe” del último poema de Calligrammes, Jacqueline Kolb, con Picasso como testimonio de boda.

Parece un final feliz. Pero no tanto. El poeta fallece por la gripe española el 9 de noviembre de 1918, dos días antes de que franceses y alemanes firmen el armisticio que pone fin a más de cuatro años de contienda en el frente occidental. La guerra marca la vida de Apollinaire. Y también su muerte.

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