Bonus track 2 Imagine, John Lennon
por Javier Avilés
(Porque Edda lo pidió)
Imagina que una fría tarde de diciembre sales a la calle a dar un paseo. Es fácil si lo intentas. Imagina a un hombre que lleva horas exhalando su congelado aliento sobre la bufanda que cubre su rostro, esperando entre el hielo. No es difícil hacerlo. El hombre lleva la ignominia helada en torno a él, como un aura negativa; en un bolsillo de su abrigo el peso liviano de una novela manoseada, en el otro el metálico peso de la muerte. Quizás se sienta identificado con la frase que ha subrayado varias veces: “La verdad es que odiaba a muerte a casi todo el mundo”. Imagina que no hay cielo, ni infierno, solo un largo y crudo invierno cuando sales a la calle. Imagina que el hombre que lleva el peso del cielo y del infierno en sus bolsillos se te acerca para que le rubriques una de tus obras, un disco que lleva en su mochila. Imagina que lo haces y no hay frío ni cielo ni infierno. Imagina a todo el mundo viviendo el día a día, que no hay países ni valores por los que matar. Imagina que no hay posesiones. En una sociedad en que todos los seres convivan hermanados no existen las necesidades ni el hambre. En un mundo perfecto todo el mundo compartiría todo el mundo. Se puede decir que si crees eso eres un soñador, pero no eres el único; y cuando todos estemos unidos en esa idea el mundo será uno solo. Imagina que eso ocurre, imagina a todo el mundo viviendo en paz. Imagina las condiciones de esa sociedad. No hay dinero, no hay desigualdad, no hay diferencias. Todos deben contribuir con su trabajo al sostenimiento de esa sociedad en paz. No hay discrepancias porque en esa sociedad todos somos conscientes de que el mayor bien, el objeto que hay que mantener a toda costa, es la misma sociedad perfecta. Imagina: Un día eres el alcalde de la ciudad y al día siguiente limpias las alcantarillas; un día reparas zapatos y al otro debes exterminar una plaga de cucarachas; un día cultivas un huerto y al otro pescas en alta mar y al otro ordeñas las vacas y al otro cavas tumbas. Imagina que todos somos iguales sin distinción de sexo y procedencia. Juntos por la paz. Imagina que todos somos iguales y todos contribuimos de igual forma al sostenimiento y desarrollo de nuestra sociedad justa e igualitaria. Imagina. No es difícil hacerlo. Ahora imagina que papel puede tener en esa sociedad justa, igualitaria y autosostenible un artista. Imagina a un poeta, a un músico, a un pintor. No hay sitio para ellos en esa sociedad perfecta, imagina el hombre congelado a las puertas del edificio maldito. Imagina a todo el mundo viviendo el día a día. Lo hago, lo hago, murmura sobre el hielo que se ha ido acumulando en su bufanda. Imagino esa sociedad e imagino al artista en ella: no cumple ninguna función, no es útil, no aporta nada. ¿Vamos a permitir que unos privilegiados, por el hecho de considerarse artistas, vivan en sus torres de marfil y menosprecien a los que esperamos a las puertas mendigando una firma?, imagina iracundo. La verdad, piensa el hombre helado, es que odio a muerte a todo el mundo. Imagina que vuelves a casa después de un paseo o de lo que sea que hayas ido a hacer. Imagina que ya llegas al resplandor de las cuatro farolas que custodian la entrada del edificio en el que vives. Imagina que te internas en esa luminosidad y que empujas la verja. Imagina un mundo en el que todos vivamos en paz. Imagina un mundo en el que nadie dispare por la espalda cuatro veces. Imagina un mundo sin canciones, ni poesía. Imagina un mundo en el que en lugar de ser un cantante eres el conductor de la ambulancia que recorre las calles de la ciudad a toda velocidad. Imagina que eres el médico que comprueba, bajo la oscilante iluminación de la ambulancia y las cuatro farolas que es demasiado tarde.
Imagina que es demasiado tarde, que ya es demasiado tarde.