La doctora Porta entra en acción
por Carolina Montoto
Soy la doctora M., especialista en medicina familiar y comunitaria, y hoy puedo decir, como Martin Luther King, que yo también he tenido un sueño. Aleluya. He soñado que ADESLAS SegurCaixa no ofrecía las instalaciones de urgencias psiquiátricas del Parc de Salut Mar para atender a sus clientes, como anuncia en su cartera de servicios. Que el Parc de Salut Mar no estaba en vías de convertirse en un Barnaclinic 2, donde la sanidad privada se dedica a fagocitar a la sanidad pública. Alabado sea el señor Comín. Que sus palabras: «No puede haber un trasvase de lo que entra por la puerta pública y lo que entra por la puerta privada» se convertían en hechos.
Y con esta alegría en mi serrano cuerpo, he empezado el día con una inusual sonrisa en la boca y una canción de Doris Day en los labios, y por una vez no he despotricado al ver a los policías que, metralleta en mano, custodian la parada de Sagrada Família como si estuviésemos en Mossul. Y tampoco he blasfemado cuando, ya en el autobús, he observado que su interior estaba empapelado con anuncios, que la publicidad estaba invadiendo nuestras vidas.
Por eso mi shock ha sido mayúsculo cuando, solo llegar al CAP donde trabajo, se me ha acercado la doctora Carola Porta con sus andares garbosos y hecha una furia. Totalmente desmelenada y con los ojos casi fuera de las órbitas. Como una loca. Ni los buenos días me ha dado, y yo, desde luego, no le he sugerido ir a tomar un café.
¿Acaso se ha propuesto estropearme un día tan soleado en el que me he despertado con el firme propósito de olvidar que hay algunos centros hospitalarios que están cobrando a los pacientes no empadronados en Catalunya que acuden a urgencias?
Pues eso parece: arruinamañanas como solo ella sabe serlo, se ha empeñado en compartir su ira conmigo. Y con un ataque de logorrea total, bombardeándome con sus palabras exaltadas, disparadas a toda velocidad. Y yo, con dolor de cabeza y sin café, y lo que es entender, no he entendido nada de lo que me estaba diciendo. Hasta que me ha enseñado el objeto de su irritación. Me ha enseñado la fotografía de un cartel que al parecer cuelga en la puerta de una consulta pediátrica de un centro público madrileño. Y en el cartel, la recomendación del psiquiatra: un producto comercial.
Epílogo:
Esta noche he tenido otro sueño. Y la protagonista era la doctora Porta: resistente, agitadora y combativa como siempre, conseguía, mate en mano, hacer retroceder a todos aquellos que pretendían imponer lo privado por encima de lo público. Y a mí me abrían un expediente por ponerme a gritar en el vestíbulo, mi fonendo agitadísimo saltando sobre el pecho, como una energúmena.