07 Abr

Sang i fetge

por Carolina Montoto

Soy la doctora M., especialista en medicina familiar y comunitaria, y esta noche no he pegado ojo. Ni dos tilas han podido con lo que me rondaba en la cabeza, con mis inquietudes fruto de mi visita a mi tía abuela Margarita a la residencia de ancianos donde vive.

Llego a la residencia y me los encuentro a todos embobados mirando la tele. Bocas abiertas, algún hilillo de saliva que escapa de la boca. Ojos brillantes y curiosos, en el caso de mi tía abuela, que delatan una inteligencia que ya quisieran para sí muchos políticos. ¿Qué es lo que los absorbe tanto de la tele, hasta el punto de que permanecen inusualmente callados? Miro la pantalla y, en primer plano, un actor con aspecto perturbado y ojos saltones parece emperrado en acabar con algo parecido a un ser humano, un guiñapo de ser humano, en realidad, al que le da con un martillo, le pega varias patadas en el vientre y le estrella la cabeza, una y otra vez, la cabeza contra el suelo con una cadencia casi poética. Qué espanto, me digo, y aparto la vista automáticamente del aparato. Casi parece que la sangre del andrajo de hombre va a salirse del televisor salpicando a los ancianos, para luego derramarse por el suelo y mojar las zapatillas de mi tía abuela, que tanto quería a los animales y que siempre acogía en su casa a los gatos abandonados. Pero ella, ni mu. Otra octogenaria de pelo blanco y apariencia dulce se tapa los ojos con las manos, pero dejando una rendija entre los dedos para no perderse ni un segundo de la tortura que está sufriendo ese despojo humano llamada hombre, ya agonizante, si no muerto.

Me largo de la residencia tremendamente alterada: Estamos tan acostumbrados a la violencia física que apenas parece afectarnos, me digo. Como si formara parte de la normalidad, y esa normalidad nos hubiera deshumanizado. Rectifico: estamos acostumbrados a que los telediarios nos bombardeen con la violencia seleccionada de determinados conflictos.

Es domingo. Día de visita a la familia. Me dirijo entonces a casa de mi hermana. Cruzamos las palabras habituales, el informe de la semana, nuestras pesadumbres… Y entonces me fijo: el salón está forrado de arriba abajo con libros. Eso no es ninguna novedad. Pero entre ellos destacan algunos con títulos como La sangre de los crucificados, Si los muertos no resucitan, Una muerte roja, Ritos de muerte, Muerte de un policía, Plata quemada

Y yo vuelvo a horrorizarme de nuevo: ¿Acaso mi familia sufre alguna tara psicológica que la hace tan sumamente morbosa y sedienta de sang i fetge?

Regreso a casa meditabunda y, sin darme cuenta, de pronto me encuentro en la calle Lancáster, al lado de las Ramblas. Una de las calles más depauperadas de toda Barcelona. Inmuebles vacíos y basuras por doquier. Y sin embargo, y no casualmente, objeto de la especulación más agresiva, la de los fondos buitres, entre otros, que se han dedicado a hacer mobbing a las vecinas y vecinos hasta echarlos de sus viviendas. Pero todavía hay quien resiste en el número 24, okupado por madres monoparentales que viven en una situación más que precaria y con la amenaza constante de que el Ayuntamiento vaya a tirar abajo el edificio después de haber estado más de cuatro años sin proporcionales una vivienda digna. Así lo compruebo cuando, llevada por la indignación, me atrevo a asomarme a la puerta. Dentro, una mujer me invita a pasar,  y allí observo la miseria más absoluta. Humedades en las paredes, techo con boquetes, sensación de provisionalidad, ropa desperdigada en la cama.

Y entiendo entonces que esta es la verdadera violencia, la de la pobreza en las sociedades «opulentas», la que los telediarios no quieren mostrar, la que la industria cultural se esfuerza por obviar potenciando novelas negras donde heroicos policías nos protegen de pederastas, asesinos en serie y perturbados mentales. Como si ese fuera el mayor peligro que nos acechara en la vida diaria. Pero ¿acaso no es mayor peligro ese capitalismo depredador que con su violencia silenciada nos está despojando hasta de lo más básico para vivir?

 

 

 

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