10 Sep

Desde la caja de libros XLVIII

por @librosfera

La hierba más verde

 Llega el verano y las vacaciones y, con suerte, viajas. La gente te pregunta cómo es posible que vayas a visitar bibliotecas cuando estás en el extranjero, de vacaciones, y tú te preguntas: ¿cómo no podría?; allí, la hierba es más verde.

Si trabajas en una biblioteca pequeña, allí las bibliotecas son más grandes, espaciosas, distribuidas en diferentes plantas, con escaleras mecánicas o ascensores, con mostradores especializados según lo que necesites atender, en lugar del tuyo, único, en el que se mezclan las consultas infantiles con la prensa y las revistas, las recomendaciones de novelas y los problemas para conectarse a Internet.

Si trabajas en una biblioteca grande, en cambio, las bibliotecas de tus viajes son pequeñas, íntimas y coquetas. Las bibliotecarias conocen a sus usuarias por el nombre, y cuando entras, te dan la bienvenida desde su mostrador con una sonrisa en la que lees la amabilidad a la extranjera. No tienen que pasarse la jornada con la cabeza metida dentro del ordenador, porque en las bibliotecas pequeñas todo es más relajado y distendido y el tiempo es más lento y cunde el doble.

En esas bibliotecas hay más dinero para comprar libros y las actividades que se hacen son más interesantes y la conexión a Internet va más rápido. Los programas de gestión hacen virguerías y siempre encuentras el libro que te están pidiendo (también porque allí no te piden libros que nadie ha escrito jamás, no como aquí; o porque se han escrito todos los libros que puedas imaginar; debe ser una de esas dos opciones, ¿acaso hay alguna más?). Las bibliotecarias se llevan todas bien, no hay problemas de comunicación, tienen en el calendario los cumpleaños de sus compañeras, y de vez en cuando salen a tomar una cerveza juntas y al día siguiente comparten risitas de complicidad. En el extranjero, a las bibliotecas va gente más interesante, más aseada, más discreta, más amable. Ni que decir tiene que todo el mundo lee más y mejor, y claro, es porque a los gobiernos les preocupa más la lectura, y tienen a las bibliotecas en mejor consideración. Y si es así con las bibliotecas, no digamos ya con las escuelas. Las bibliotecas las dirigen personas capaces y bien formadas, reflexivas, profundas, una mezcla de Maria Bohigas y Marina Garcés, a las que no les importan las estadísticas (o les importan, pero solo lo justo, y no se dejan llevar por los números fáciles porque la calidad importa más que la cantidad, siempre).

Pero se acaban los días de vacaciones, y el dinero para viajar, y tienes que volver.

Y ahí está Rosita, esperándote, para que sigas contando como son las bibliotecas de aquí. O, más concretamente todavía, la biblioteca a la que vas cada día (de martes a viernes la semana corta, de lunes a sábado la semana larga); la de dos plantas y 19 trabajadores que ha pasado el verano en estado letárgico y que, durante el mes de septiembre, empieza a despertar y a coger velocidad mientras tú miras por la ventana con la mente todavía en las bibliotecas del otro lado de la valla.

Las bibliotecas más verdes.

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