Crónica de un verano loco
por Carolina Montoto
Soy la doctora M, especialista en medicina familiar y comunitaria, y creo no exagerar si digo que este verano me ha sucedido algo espantoso, que me ha trastornado de arriba abajo y ha vuelto mi vida al revés.
Ha sido un verano, por cierto, horrible. Los mosquitos me han acribillado a picadas; por culpa del aire acondicionado aún arrastro una bronquitis y ni siquiera he podido entretenerme viendo películas porque el videoclub de mi casa está en la cuerda floja debido a que quieren subir el alquiler del local a precios astronómicos: son las cosas que tiene el vivir en una ciudad concebida como un negocio en vez de estar pensada para sus ciudadanos.
Estas, entre otras, fueron las razones de que un día, desesperada, se me ocurriera montarme en un bus turístico para que me tocara un poco brisa contaminada y sacarme así de encima el calor africano que llevaba en el cuerpo. Si llego a saber que en ese trayecto yo me perdería para siempre, que mi cordura se volvería locura, me planto en el Corte Inglés para sufrir su brisa helada de aire acondicionado.
En mi descarga he de decir que decidí aprovechar la coyuntura para, durante un par de horas, hacer una pequeña investigación sobre la situación laboral de los trabajadores del sector turístico. ¿Es cierto que, como se dice, el turismo beneficia a los ciudadanos al crear empleo? He aquí los datos que, ordenador en mano, obtuve: según un informe, «el crecimiento económico en este sector que no está repercutiendo en los salarios de sus profesionales». Y esto por no hablar de la esclavización que padecen colectivos como las Kellys.
Tan inmersa estaba en mi investigación que no me percaté de dos cosas: una, de que estaba hablando sola; dos, de que una persona, sentada a mi lado, me estaba escuchando, y que esta persona entendía perfectamente lo que yo murmuraba.
―Perdona que te interrumpa ―me dijo de pronto esta persona, impecable con una camisa blanca sin ni un solo lamparón―, pero creo que no has tenido en cuenta la riqueza que se crea gracias al dinero que los turistas gastan en los comercios.
Iba a contestar diciéndole que como media cada turista gastaba 158 euros por día (incluido el transporte y el alojamiento) cuando de pronto me vi paralizada, como se dice en las novelas románticas, por los ojos verdes de ese hombre, que me hicieron sumergirme en las aguas esmeraldas del Caribe de su mirada y algo dentro de mí se revolvió. Justo como les ocurre a las protagonistas de esos libros que parecen pretender anular nuestra inteligencia para que volvamos a los tiempos en que una mujer, sin un hombre, no era nada.
Se presentó. Era un empresario y acompañaba a unos clientes japoneses en su visita a Barcelona. Nada que ver conmigo, que con solo contemplar unos mocasines como los que él llevaba ya me entraba el hipo. Sin embargo, de pronto me vi extrañamente inmersa la calidez de su voz y la seducción de su sonrisa de dientes ortodonticamente alineados.
―¿Te apetece acompañarnos a cenar? ―me preguntó al finalizar el trayecto. Y yo pensé en Viggo Mortensen y sentí que me deshacía por dentro.
Tendría que haber dicho que no, pero acepté: toda una catástrofe para mi salud emocional, que desde entonces está librando una perpetua guerra con mi yo racional, al que no le gustan las personas de orden, totalmente seguras de sí mismas y de ideas cuadradas. Y a modo de consuelo me digo que no es que el amor esté ciego, es que a veces resulta tan confuso e inexplicable como los falsos procesos soberanistas que nos llevan a todos de calle.
(Continuará)
Huumm !! Forsa interessant Doctora, aquestes aventures,, en un va i bé d contradiccions,, això és bo doncs és pot copsar q la Vida és un sin saber d no parar
Ens ha deixat en la mel als llavis doctora i estem ansiosos per q expliqui un altre desenllaç d,aquestes aventures
Salutacions. Manuel
Estimat Manuel: En aquests moments em trobo massa ocupada amb el meu affaire, però la setmana vinent tindràs més notícies de la meva evolució sentimental.
Gràcies!
Doctora M
Estupefacta como me ha dejado la doctora M. en la que había depositado el resto de fe que me queda en el no género mujer consciente ¡OH!, ella ha caído como una personaja de Corin Tellado en la fantasía amorosa del heteropatriarcado y peor aun, poniendo su mirada y mojando sus bragas por ¡¡un heteronomativo biohombre de ojos verdes y traje impoluto !!! Merde alors!!! Yo que creía en todo su discurso anticapitalista, pensé que éste abarcaba también las zonas erógenas de su ser. En fin, esta epidemia o proceso de construcción de nuevas fronteras que nos ha atacado, veo que en ella se ha introyectado en forma de una nueva república sentimental donde finalmente la cursilería del amor romántico ha plantado su bandera. Así es, la traición de nuestros ídolos es un clásico de la literatura pasicoanalítica, ya lo dijo Lacan: El buey ( en este caso la vaca) sola bien se lame. Agur Clelia María