Estudio antropológico del machoman
por Carolina Montoto
Soy la doctora M, especialista en medicina familiar y comunitaria, y desde hace unas semanas me hallo totalmente absorta por un estudio antropológico que he emprendido sobre la formación-construcción del machoman.
Tras mi observación del ejemplar que desde el verano calienta ocasionalmente mi cama, de nombre Carmelo y altura 1,72 cm, peso 70 kg, tensión 120/80 mmHg, y sin otros antecedentes patológicos de interés, he podido concluir algunas de las características que reúne este género:
-En sus juegos, solo hay ganadores o perdedores.
-No contemplan los tonos grises, ni los silencios.
-Con sus largos discursos y el tono de voz alto que emplean para pontificar, imponen ritmos trepidantes que no dan la oportunidad de reflexionar al contrincante.
Hasta aquí, el corpus teórico.
A continuación, un ejemplo práctico extraído de mi trabajo de campo:
Ayer, viernes. Nueve de la noche. Llaman a la puerta. Voy a abrir y en el umbral me encuentro con el espécimen llamado Carmelo, cuyas extremidades superiores parecen haberse convertido en meros reclamos del Corte Inglés: en las manos lleva cinco bolsas del Club del Gourmet de dicho comercio.
–No me digas que vienes del…
–Del Corte Inglés –me responde triunfante, y ahí ya tenemos nuestra primera trifulca, pues, como bien sabe, es uno de los nombres incluidos en mi lista de «infames». Al que se suman el Camp Nou, Apple, Rajoy, Zara, la Sagrada Família, Puigdemont, la Audiencia Nacional, los fondos buitres, Mercadona…
¿Sigo?
El espécimen Carmelo intenta calmarme apelando a mi gusto sibarita. Y, como para meter aún más el dedo en la llaga, me dice que tengo la nevera hecha un asco. La abre y, en efecto, el panorama que ahí se nos muestra es desolador.
–Este huevo huele a podrido –señala, mientras de las bolsas comienza a sacar sus tesoros: un panettone, queso, más queso y más queso (¡Idiazábal!), una lata de sinfonía de setas siete variedades, otra de almejas de las rías gallegas, caviar de erizo… Un festín.
Debo reconocer que la visión de tales manjares me tranquiliza bastante. Hasta que oigo su voz de nuevo:
–Necesito una olla con agua y un delantal.
Me pide además una sartén, mantequilla, crema de leche, pimienta y el queso Emmental. Y sin por favor. Todo sea por unos espárragos blancos cojonudos. Con curiosidad antropológica, deposito los ingredientes en el mármol y además, siguiendo sus órdenes, derrito la mantequilla en la sartén y añado el Emmental mientras controlo los espaguetis de la olla para que no se peguen.
Él es el que lleva el delantal y yo solo tengo dos manos (una no es perfecta).
Pero al espécimen Carmelo le gusta organizar el mundo, decir lo que se tiene que hacer y fastidiarme con sus grandes discursos. Aparte de eso, no hace nada más: es un hombre.
Hasta que de pronto algo lo saca de su gran mundo de las palabras y lo lleva a interactuar con la realidad: Julio Iglesias. El disco que mi vecino del bloque de enfrente ha puesto a todo volumen.
–¿Con que esas tenemos? –dice Carmelo, y observo con gran interés cómo empieza a ponerse energúmeno. La testosterona saliéndole de las orejas–. Contraatacaremos con Bruce Sprinsgteen.
Born in the USA logra ahogar a Julio iglesias, momentáneamente, hasta que mi vecino se impone en un segundo round con David Bisbal. Lo que faltaba, pienso, otro macho ibérico.
Carmelo dispara a continuación con Born to run.
El vecino reacciona con el con yo te amooooo de Raphael. El volumen a tope.
Y yo ya no respondo de mi demencia. Al borde de la locura, estoy a punto de coger una silla y estrellarla contra la pared. Hasta que algo me hace reconsiderar la situación. De pronto, la música del vecino cesa. Solo se oye el I wanna die with you wendy on the streets tonight in an everlasting kiss. Y los cristales vibran con los ritmos de la batería. Como si fueran a romperse.
Y aun así, la veo.
Por la ventana del piso del machoman oponente se asoma mi vecina, triunfante, que me está mostrando lo que parece un cable eléctrico en una mano. Y en la otra, unas tijeras. Es el cable del aparato de música cortado. Decido seguir su ejemplo. Me quedo sin CD, pero con esto recuperamos el silencio y celebramos la paz. Nos reconciliamos.
Y entonces se me ocurre: ¿no iría todo mucho mejor si las mujeres, armadas con tijeras, nos dedicáramos a cortar los aparatos que hacen que el mundo funcione peor?
¡Me he reído mucho! La descripción teórica me recuerda a…mi machoman. ¡Salud y voy por más!