10 Nov

Estrip Art, por  Fernando Aizpun

Párpados de neón, Fernando Aizpun

El muñeco fue el primero en cerrar los ojos. No pude escuchar el sonido que hicieron sus párpados rígidos. Siempre lo hacían cuando se cerraban. Era antiguo. Mamá me dijo que le atropelló un coche, pero a Papá nunca le había gustado. Creo que le recordaba a mí. Se llamaba Patton.

– Tiene la mirada hueca – decía él. Entonces Mamá lloraba y yo berreaba, y me tiraba al suelo, que se hundía como cuando me despierto por la noche asustado.

Tampoco oí los párpados de Mamá, cuando cayó por la ventana y el suelo se rompió del todo. Papá me llevó a aquel colegio extraño y cerró los ojos. Todos eran adultos y también tenían los párpados cerrados.

Todos menos Jack, él no, él me miraba. Sus ojos eran muy brillantes. A veces decía tonterías, y hablaba y hablaba, hasta que yo gritaba y me tiraba al suelo, y él seguía hablando… Pero me gustaba estar a su lado y cuando yo me derrumbaba, él se reía y cantaba. Me decía que era muy viejo, que tenía doscientos años o más, pero yo sabía que no, que era como yo. Me recordaba a Patton.

Jack tenía una preciosa colección de fotos, de rótulos pintados en las paredes de las calles. Las letras estaban coloreadas como neones y rematadas con sombras en relieve. Me decía que los había pintado él, que era un gran artista, y que le habían encerrado porque le tenían envidia los otros pintores. Pero yo no le entendía porque Jack no sabía escribir, y yo tampoco. Juntos repasábamos cada día dos o tres veces con el dedo, lentamente, las letras de neón de las fotos, como si supiéramos escribir.

– ¡Míralas fijamente! – me decía entusiasmado – ¡y cierra los ojos! Verás el rótulo iluminado en tu mente, como si las letras fuesen de luz roja y amarilla. Eso es porque tus párpados se vuelven de neón cuando las miras, te lo juro, ¡veo como te brillan!

– Te explicaré el secreto, pero no se lo digas a nadie. Pinto las letras con una pintura que sólo yo se fabricar, que hace que los párpados se transformen al mirarlas. Los artistas de la calle no quieren que pinte con esa pintura y me persiguen, por eso ellos hicieron que me trajesen aquí.

Algunos jueves, una mujer amarga con un niño asustado venía a visitarle. Le traía fotos nuevas de sus rótulos callejeros. Estaban un ratito y en cuanto se iban, Jack venía corriendo enseguida a enseñarme las novedades. Me explicaba alguna historia extraña y divertida, de cómo había pintado cada uno de ellos y luego nos poníamos a reseguirlos.

– A ver si este funciona, rápido, ¡párpados de neón!

Cuando teníamos las fotos nuevas se las enseñábamos a Charlie, que siempre sonreía. Tenía la piel de sombra y como sabía leer un poco, cuando acababa de recoger nuestra cena, con las letras de los rótulos empezaba a cantar canciones. Cada día eran diferentes y al final nosotros aplaudíamos y cantábamos con él un ratito. Eran cantos de iglesia, como los que recita la gente con los pastores, repitiendo mucho la misma frase, que era la de la foto. Yo repetía la canción en la cama y veía las letras de neón hasta que me dormía, y luego el suelo se volvía a hundir y ya no veía las letras, y empezaba a gritar.

Jack me dijo un día, que le obligaban a tomar unas pastillas que eran como de cola dragón. Le hacían tener pesadillas y no dejaba de caminar en torno a la mesa de su cuarto, sin parar. El las escupía, hasta que le descubrieron y entonces se las metían con una inyección, que le ardía como el fuego del dragón.

Un día sus párpados se hicieron grandes y pesados y ya no eran de neón. No me enseñaba los rótulos y dejó de reírse cuando yo me tiraba al suelo; sólo caminaba y caminaba, gimiendo con una vocecita de miedo. Entonces sí que me pareció muy viejo. Cuando desapareció, me dijeron que se había ido a su casa, pero yo sabía que sus párpados se habían cerrado, como los de Patton y como los de Mamá. No oí tampoco el ruido que hicieron. Charlie me dio su colección de fotos y yo las pegué todas en el cristal de mi ventana.

Como dejé de hablar y mis párpados pesaban, me llevaron a un médico blanco. Si me preguntaba cosas, yo reseguía siempre con mi dedo las letras de neón de los rótulos de mi ventana: “Create your future”, “Create your future”, “Create your future”…

Sabía que para no caerme como Mamá, y que el suelo se rompiese del todo, las fotos de Jack deberían estar siempre tapando mi ventana.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *