12 Jun

Desde la caja de libros VI

por @librosfera

[…viene de la entrada de la semana pasada, en la planta de abajo]

Si subes a la planta de arriba con el ascensor, lo primero que encontrarás al salir es la zona de estudio. Las sillas más buscadas en época de exámenes. Las mesas más monopolizadas por rotuladores fosforitos. De hecho, hago el intento de contar los que veo, y fracaso: son demasiados. En cambio, sí que soy capaz de realizar otros recuentos:

  • 14 estudiantes, la mayoría en edad universitaria.
  • 5 ordenadores portátiles.
  • 3 móviles en mano.
  • 0 libros de la biblioteca sobre las mesas.

Probablemente lo siguiente que llama la atención es la exposición de vestidos que hay al lado de las mesas de estudio. O puede que sea lo primero, porque mesas y estudiantes hay en todas las bibliotecas, pero una docena de maniquís descabezadas, ataviadas como para asistir a una boda de… a quién quiero engañar, soy incapaz de reconocer para qué tipo de boda serían apropiados esos vestidos. No sé qué rocambolesca historia ha traído esta exposición a la biblioteca, pero hemos aprovechado para sacar libros de moda, costura y corte y confección de las estanterías para exponerlos sobre un par de mesas decoradas para la ocasión. Esa máquina de coser que hay en una de las mesas es mía.

Esta planta se vanagloria de ser la sala de biblioteca pública más amplia de toda España. No me preguntéis por metros cuadrados (ni por puntos de lectura), pero es GRANDE. Ocupa toda la nave del edificio, de punta a punta, sin tabiques ni separaciones. Los estantes, eso sí, separan espacios y crean rincones, algunos con butacas y plantas, otros con mesas y sillas. En las paredes, fotografías enmarcadas y citas sobre la lectura.

“La literatura está llena de cosas inútiles absolutamente necesarias” – Rosa Montero.

“Los periódicos siempre excitan la curiosidad pero nadie los deja sin un sentimiento de desilusión” – Charles Lamb.

“La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren” – Francis Croisset.

La sección de novela ocupa un espacio considerable hacia la mitad del recorrido entre una punta y otra de la sala. Sólo veo a una chica de unos treinta años leyendo la contraportada de una novela de P. D. James. Un poco más adelante, el gran mostrador de información de la planta, que cuando paso por allí está vacío. Mi compañera está ayudando a una señora a utilizar uno de los ordenadores de consulta.

Los ordenadores de Internet están detrás del mostrador. De los 22 que hay, sólo hay ocupados cuatro: tres señores mayores y un chico de piel negra negrísima con camiseta de tirantes y shorts que está mirando facebook con los auriculares puestos. Ahora prestamos también ordenadores portátiles para trabajar en la biblioteca. Cuando le pregunto a mi compañera cuántos hay prestados ahora mismo, me dice que dos 2 de 10. Las mañanas son muy tranquilas… y con diferencia, la zona más concurrida es aquella en la que todas las mesitas individuales tienen un enchufe.

Si detrás del mostrador están los ordenadores, enfrente están los cómics. Y tenemos muchos. Me paseo por esta sección, que es de las que mejor me conozco, fijándome en los detalles. Los revisteros con los cómics de grapa. La exposición con los ganadores del Saló del Còmic de los últimos años. Hay dos habituales con un buen puñado de tomos en las manos. Uno de ellos cuenta los cómics que ha cogido (es de los que saben que el máximo es 15). Sentado en los sillones, un chico lee un libro de Michio Kaku y no es un manga, sino un libro de física. Cuando paso por su lado, bosteza. Sobre la mesita baja que tiene enfrente, dos libros de peluquería y uno de manicura, abandonados por – intuyo – otra persona.

Verduleros, mesas de novedades, soportes de metacrilato para exponer libros. Fuera, fuera, tantos como sea posible fuera de las estanterías para intentar tentar al público. Me paro delante de una mesa y el que me queda en la memoria es uno de Blaise Pascal porque la edición es de Torné y le sigo en Twitter.

En el extremo opuesto al ascensor había antes un retrato de la mujer a la que perteneció el imperio textil que ahora es la biblioteca y a la que da nombre. Pero ya no está. Le pregunto a un compañero qué fue del cuadro, y recuerda vagamente que vinieron a buscarlo para algo, para llevárselo a una exposición o algo parecido, y que ya nunca volvió.

Si he subido en ascensor, bajo por las escaleras. Algún susto nos han dado, estas escaleras, pero claro… allá donde hay escaleras, habrá tarde o temprano alguien que se caiga rodando por ellas. Y ya son diez años en esta biblioteca. Los suficientes para haber visto rodar a más de uno.

 

One thought on “Desde la caja de libros VI

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *