Las avellanas
por Jean Murdock @CgAjeanmurdock
Las avellanas, noisettes o hazelnuts vienen de Reus, de París o de Londres. Avellana es, como su nombre indica, un pájaro plano, y lo es, en gran medida, porque vuela a ras de suelo y suele acabar bajo las ruedas de los coches o en turrones –y todos sabemos dónde acaban los turrones. La avellana es, por tanto, un ave bidimensional compuesta por cáscara y fruto, este último seco, motivo adicional de su vuelo raso, pues anda besando el suelo en busca de agua, que es exactamente lo que hizo Reus cuando hace dos siglos quiso llegar a Salou para tener puerto. Cuando la avellana se emborracha se hace llamar Frangelico, y con leche, cacao y azúcar es Nocilla para los defensores del Cola Cao y Nutella para los amantes del Nesquik. Los expertos se debaten sobre si entre los aficionados a la Coca-Cola y la Pepsi también se da una correlación Nocilla/Nutella, pero es un cacao que no aclaran ni el Fairy ni el Mistol –productos incluidos a su vez en la ecuación. Volviendo a la avellana, en la literatura se ha reservado al tono de los ojos –rara vez del pelo–, al origen del segundo tomo del Quijote y al sueño de Raskólnikov, donde una yegua escuálida tira de una carreta cargada de estúpidos, entre ellos una campesina de cara rubicunda que no cesa de partir y comer avellanas entre risas burlonas. Al caballo lo matan a golpes y cansancio. Nuestro castigo es que nuestra cabeza no es mayor que una avellana; nuestro crimen, que no penetramos la cáscara. Ya lo dijo Brecht: El hombre vive por su cabeza. / Su cabeza no le basta. / Inténtalo, de tu cabeza / vive como mucho un piojo.[1]
[1] «Balada de la ineficacia de la planificación humana», en Más de cien poemas, Bertolt Brecht, traducción de Vicente Forés, Jesús Munárriz y Jenaro Talens, ed. Hiperión, Madrid, 1998.