Desde la caja de libros XLII
por @librosfera
[Viene del apunte de la semana pasada…]
En la dichosa reunión de números se nos informó de que el presupuesto para comprar libros, películas, cómics, música, etc… a partir de ahora se iba a repartir en función del préstamo. Es decir: aquellas temáticas que más se solicitaban en préstamo tendrían más presupuesto asignado que aquellas menos solicitadas. Para poner un par de ejemplos de a pie de calle: más dinero para novela policíaca, menos dinero para libros de cocina (que también podría decir “más dinero para best sellers, menos dinero para filosofía”, pero tampoco hay que pasarse).
Esta decisión viene a ser la respuesta de los responsables de las bibliotecas (la biblioteca en la que trabajo no es la única) ante la pregunta de la que os hablaba la semana pasada: “qué deberíamos hacer para seguir siendo relevantes en la sociedad”. Si las estadísticas bajan, ¿qué deberíamos hacer? Intentar que suban. ¿Y cómo? Pues la estrategia se podría resumir en potenciar “lo comercial”, que en bibliotecas equivale a aquello que más sale en préstamo. La consigna es (y esta frase es literal): “No compréis un libro si pensáis que no va a salir en préstamo”.
Y, repitiendo el mantra de la semana pasada, una parte de mí puede entenderlo.
Las bibliotecas deberían poder atender las necesidades de la población. Si sus necesidades no son ni los libros de cocina ni los de filosofía, y en cambio solicitan desesperadamente más libros infantiles salidos de series de televisión (¿cuántas veces me habrán pedido libros de la patrulla canina en los últimos meses?), ¿no debería la biblioteca invertir su presupuesto, que no deja de ser dinero ciudadano, precisamente en eso?
Pero hay otra parte a la que le rechinan los dientes de pensarlo.
Las bibliotecas… ¿sólo somos necesarias PARA ESO?
A esa parte de mí le entristece pensar que esa es la solución para seguir siendo relevantes.
Así que, estos días, a raíz de la reunión de números, vuelvo a pensar en dos preguntas del artículo de Maria Bohigas que os dejé por aquí hace unas semanas:
¿Es que también en las bibliotecas debe producirse el drama? ¿También allí se liquidará la cultura como instrumento al servicio de la persona, y las personas se convertirán en instrumentos al servicio de una cosa que tanto puede llamarse sociedad como mercado?
Y quiere la casualidad que se cruce en mi camino Marina Garcés con una de sus columnas en el Diari Ara:
Me inquieta ver como hace un tiempo que se está imponiendo un discurso cultural y educativo que, desde la crítica al elitismo, rechaza la dificultad. Es un discurso antiuniversitario, antiexperimental y antivanguardista que se refugia en un concepto muy confuso de cultura popular. En nombre del pueblo, se confunde la cultura del pueblo con la cultura para el pueblo. En nombre de posiciones anticlasistas, se vuelven a marcar los límites de lo que el pueblo, entendido como “los de abajo”, puede entender, aprender y consumir. Contra la alta cultura, se condena a gran parte de la población a quedar excluida de ella. Paradójicamente, el antielitismo se convierte en una nueva forma de elitismo.
El principio de la cultura es que no hay límite en el acceso a la cultura. Cualquier ser humano tiene capacidad para relacionarse con el conocimiento, las sensaciones, las ideas y las propuestas que han generado los otros seres humanos. ¿Que son difíciles? Despertarán y afinarán en nosotros nuevas capacidades, nuevas sensibilidades y formas de inteligencia. La igualdad no es un resultado, es una premisa, y tiene una sola consigna: comparte el deseo y no trates nunca al otro de idiota.
Me temo que las bibliotecas, amparadas por el discurso del “renovarse o morir”, también van camino de tratar a los otros de idiotas.
Por primera vez me pregunto si querré trabajar en una biblioteca dentro de diez, quince, veinte años… y qué puedo hacer para que la respuesta a esa pregunta sea SÍ.
Delante de un argumento cuantitativo, buscar uno cualitativo. Es muy fácil caer en la tentación de epatar, de querer subir las cifras, de pretender engañarnos con frases como: “es un anzuelo” y así, siguiendo con el símil, llenarlos de anzuelos y quedarnos sin pescar. Porque lo difícil es pescar, crear nuevos lectores, entablar relación con sus lecturas y las nuestras. Creo que nuestra función es hacer la mejor selección y difundirla, con actividades, productos engrescadores, para que no se pierda entre las estanterías, que puedan disfrutarla el máximo de personas, pero sólo porque sería una verdadera lástima que se la perdieran.
Aunque no lo creas, estás en una posición de poder. Tienes criterio, conocimientos y argumentos y ninguna biblioteca puede perder profesionales así… o no debería.
“No compréis un libro si pensáis que no va a salir en préstamo”. Entiendo que esta frase se pronuncia a consecuencia de la presión del político de turno, ese al cual sólo le interesan las estadísticas. Sin embargo, si el responsable de la biblioteca la ha pronunciado porqué realmente se la cree, apaga y vámonos. Bueno, mejor pensado, que se vaya él/ella.