Al mal tiempo, buena cara
por Carolina Montoto
Soy la doctora M, especialista en medicina familiar y comunitaria, y como hoy es jueves, hoy es día de paella. En efecto, voy a mi restaurante de siempre, me siento a mi mesa de siempre y me sirven para beber lo mismo de siempre sin que yo tenga que pedirlo: una caña de cerveza como preámbulo a una maravillosa comida. ¿Fue Aristóteles el que dijo que los humanos éramos animales de costumbres?
Sin embargo, este jueves percibo algo distinto en el ambiente, un aire como de novedad. Para comenzar, la caña que siempre me sirven se ha transformado en una generosa jarra de cerveza. Y yo desde luego me noto más primaveral. ¿Será que mis hormonas, ya algo oxidadas, se sienten de pronto extrañamente perturbadas por los portentosos bíceps que hay en la mesa de enfrente? Será.
Pero apenas me detengo ni a planteármelo. No tengo ni un solo segundo para asombrarme porque esos bíceps parecen más propios de miembros de los cuerpos de seguridad del Estado, como con un gran sentido del humor llaman los medios de comunicación a los policías, que de oficinistas.
Ni un solo segundo.
La generosa jarra de cerveza que me he tomado me obliga de pronto a salir pitando en dirección al sanitario para vaciar mi vejiga. Y, horror, el lavabo de mujeres está cerrado. Out of order. No funciona y mi vejiga protesta. Temerosa de lo que puede pasar con una vejiga irritada, entro apresuradamente en el lavabo de caballeros.
El día, que parecía que iba a ser tan previsiblemente aburrido como todos los jueves, me regala, no obstante, una sorpresa. Y esta no tiene nada que ver con que haya un hombre en los lavabos de hombres. Y tampoco con que después de miccionar se esté secando con enorme mimo su aparato, cosa que la mayoría de los individuos varones de los que he tenido un conocimiento no bíblico hacían con una reverencia casi falofílica.
Una sorpresa enorme. Mi corazón brinca de alegría cuando me doy cuenta de quién es el usuario del váter, y de la impresión se me cae el bolso del suelo y de él salen disparados todos mis efectos personales. No me puedo creer mi fortuna, me digo, y al instante le doy las gracias, mentalmente, al dios Asclepio.
–¡Señor Comín! –exclamo mientras me abalanzo hacia él, y acto seguido, al verle un poco apurado, le paso un trozo de papel higiénico (pura deformación profesional). Lo que no hace sino que apurarle más–: Qué suerte la mía –añado.
Pues sí: Asclepio me ha bendecido poniéndome en el camino al conseller de Sanitat del Gobierno de la Generalitat formado por Junts pel Sí. Un hombre que parece empeñado en mezclar el aceite con el agua, obcecado en dar clases en ESADE, universidad del Opus, y no llevar corbata, pero sí la etiqueta de rojillo, y en vestir una clásica americana que parece moderna. Y me pregunto yo: ¿son posibles tantas concesiones?
Sn embargo, Asclepio no le ha hecho ningún favor a Comín al ponerle en su camino a una médica algo impertinente y bastante cargante como yo. Tengo tanto de que hablar con él, se me ocurre. Decido no empezar por el principio de los tiempos, los recortes de Boi Ruiz que entre 2010 y 2016 comportaron la reducción del presupuesto destinado a atención primaria en un veinte por ciento.
Arremeto, en cambio, con las consecuencias de estas políticas nefastas: la sobrecarga asistencial que soportamos los profesionales al no cubrirse los puestos vacantes resultantes de contratos no renovados, bajas o jubilaciones, y tener además que desempeñar tareas que antes solo hacían los especialistas, como las infiltraciones y la espirometría. Lo que repercute, por supuesto, en la calidad de la asistencia sanitaria.
Comín me escucha con atención y me mira con esa media sonrisa perruna que supongo que hace que mucha gente quiera tener un hijo con él y bastantes madres deseen adoptarlo, pero yo solo siento la necesidad de borrársela de la cara. Lo que estoy diciendo, puntualizo, es ni más ni menos lo que se afirma en el manifiesto «La necessària rebel·lió dels metges».
Doble parpadeo coqueto de sus ojos verdes. Comín se toma su tiempo antes de alegar que según el plan «Estratègia nacional d’atenció primària i salut comunitària (ENAPISC)», presentado el 22 de mayo, se prevé crear cinco mil puestos de trabajo en primaria.
Todavía esgrimiendo esa media sonrisa a modo de arma, Comín se sube la bragueta de los pantalones con un gesto expeditivo, rápido y muy profesional. ¿Zanjará del mismo modo todos los temas?
En efecto, de pronto, el conseller sufre una repentina transformación: saca al lobo que lleva dentro, le crece la barba y los colmillos se le afilan, y con voz engolada (¿por la importancia de su cometido?) recita, como si se tratara de un texto memorizado:
–El nou full de ruta de l’atenció primària suposarà una reformulació dels sistema actual per oferir un abordatge integral al pacient i convertirà el centre d’atenció primària (CAP) en la columna vertebral d’una xarxa més extensa que integrarà tots els recursos comunitaris disponibles. El CAP, doncs, serà l’ epicentre d’aquesta xarxa territorial que integrarà serveis comunitaris de proximitat com ara la rehabilitació, l’atenció a la salut sexual i mental o els dispositius d’atenció a la cronicitat
Entusiasmada con este planteamiento que parece tener en cuenta que la salud depende tanto de aspectos médicos como sociales, le asalto con unas preguntas fundamentales:
–¿Cuándo y con qué presupuesto?
Y a mí alrededor se hace el silencio. No sabe, no contesta.
Intuyendo que, como buen político, el conseller me va a hacer la cobra, bloqueo la puerta con mi cuerpo para que no pueda salir y añado:
–Y no me hable de la costosa política de desprivatizar hospitales, a la que se ha destinado una partida importante del presupuesto, pero que ya sabemos que vende más titulares que una política de inversión en la primaria –le advierto.
Toni Comín acaba de lavarse las manos y con un elegante gesto me aparta de su camino y abandona el lavabo. ¿Acaso no constituye un eco de lo que previsiblemente ocurrirá con el Gobierno de la Generalitat: carpetazo a la independencia y nuevas elecciones? ¿Estará el señor Comín, tan amante de los consensos, en el nuevo Gobierno resultante?