16 Jun

1968 Sympathy for the Devil, The Rolling Stones

por Javier Avilés

El periodista no sabe nada de 1968 en 1968. Tal vez tarareaba el La-la-la o su vecina le ponía discos de Adamo y Clift Richards cuyas letras y melodías han quedado incrustadas en su memoria como lapas molestas, como sanguijuelas mántricas. También otras canciones que prefiere no mencionar, ni que sean mencionadas por el narrador omnisciente. Pongamos que su infancia y su pubertad han estado musicalizadas por las más insulsas, estereotipadas y cursis canciones que repetían una y otra vez las radios comerciales. Pongamos que a finales de los setenta le caen de golpe más de veinte años de rock y pop que por razones que no vienen a cuanto había ignorado y que debe contemporizar a Sex Pistols con The Doors, a Dead Kennedys con Dylan, el presente con un pasado que todavía no ha muerto. Sus conocimientos son parciales y sesgados, incompletos y lastrados por los casposos recuerdos que conforman su bagaje musical hasta ahora. Y aunque pretenda librarse del peso de tanta mierda acumulada durante todos esos años, aunque imposte sus conocimientos musicales que va aprendiendo día a día, nunca podrá desprenderse de esa memoria infausta.

Así que dice permíteme que me presente, tengo riquezas y buen gusto, encantado de conocerte, espero que adivines mi nombre, pero la naturaleza de su juego no desconcierta a nadie. Sí, leyó a Bulgakov y puede captar las referencias. Se pregunta sobre la razón por la cual se supone que uno debe adentrarse poco a poco en la literatura descubriendo el pasado a través de los clásicos, pero parece que musicalmente uno debe haber mamado tanta y tanta música para poder hablar con propiedad o conocimiento o lo que sea que exijan. Debería saber que Hendrix fue encarcelado en Estocolmo por pelearse con su bajista o que Barrett ingresó en un psiquiátrico ese mismo año abandonando la banda. El periodista, en 1980, por poner un año cercano a su “despertar”, es posible que no supiera quien era Syd Barrett. Seguramente sí había leído El maestro y Margarita. Hendrix era una laguna.

No, el periodista no estuvo en Woodstock, ni escuchaba las retransmisiones radiofónicas de los barcos piratas. No supo nada de los Stones hasta que un amigo le dijo una frase que seguramente había escuchado en otro sitio: “Te pueden gustar o los puedes odiar, pero siempre, siempre, volverás a los Stones”.

It’s only rock and roll (but i like it)

Lo sé.

El periodista odiaba a los Stones, odiaba a los Beatles.

Y entonces dejó de odiarlos.

Puede que ahora odie a los Stones con justificación.

Pero siempre vuelve a Sympathy for the Devil.

Incluso recuerda con agrado aquel engendro de Godard con interludios intelectualoides en torno a la grabación en estudio de la canción de los Stones.

Así que si me encuentras, ten un poco de cortesía, muestra simpatía y un poco de gusto, usa toda tu bien aprendida educación o convertiré tu alma en basura.

Rebusca en las grabaciones de la entrevista y encuentra una frase balbuceada: “eso quisiera Jagger, ser el mismísimo Lucifer… pero fíjate lo que dice antes… arrodillate, nena… es lo mismo de siempre… el eterno follar”

El periodista recuerda a Pessoa, quien puso en boca del Diablo: “Shakespeare, a quien inspiré muchas veces, me hizo justicia: dijo que yo era un caballero” Pero Shakespeare también dijo que “El mismo diablo citará a la Sagrada Escritura si viene bien a sus propósitos”… el diablo de Pessoa es contradictorio, es la negación de todo, y en su texto, se convierte en un caballero. “Encantado de conocerte, soy un hombre rico y de buen gusto”

¿Leyó Jagger a Pessoa?

¿Leyó a Borges antes de interpretar ese mismo año Performance de Nicholas Roeg?

El Diablo como negación. El escritor ciego.

El periodista desecha la grabación.

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