09 Nov

El chacal (2a parte)

por Susana González Tena

Es difícil concentrarse en el bar, mi intención era ordenar ideas, convocar estrategias, pero se está liando todo muchísimo.

Ellos buena gente, pero sufren mucho. Son mis amigos, mis clientes.

Pululan por ahí con total alegría, la tenista en este momento baila enfrente del ventilador con movimientos que asemejan a lo erótico, con su pelo rubio teñido y sin vida casi estático, feliz, plena en su borrachera. Pedro pulula alrededor de todos nosotros, de mí, de la tenista, del barman, sale fuera, fuma, entra fumando, sale fumando…

Parece mágico, en quince minutos he logrado una capacidad de adaptación con el medio ambiente que casi es como si yo también fuera parte de este lugar, parte del Chacal, un lugar donde los sueños desaparecen, un lugar donde nada es lo que parece y todo es lo que parece.

El camarero se sienta conmigo, es muy hablador y risueño. Yo soy Siji, de la India. Mira este folleto, lee, esta es mi religión. De mientras, se pone un JB con agua en vaso de tubo. Luka me sigue hablando de los sijis. Acaba de entrar un nuevo cliente-amigo. Un motorista alemán de Harley con los brazos tatuados en su totalidad, aunque de eso hace ya bastante tiempo, sea porque la tensión de su piel ya no es la misma, sea por el tiempo transcurrido desde que se los hizo, el resultado son dos brazos aguamarina indefinidos. Lleva una trenza canosa que le llega a la cintura, y por supuesto, un clásico chaleco de cuero. Se abrazan a través de la barra. Sin embargo, puedo decir que sabe valorar en su medida lo que tiene a su alrededor, es buena gente, no juzga y siente su pena relativa. Todo el mundo necesita su lugar, aunque sea este, nadie es más que los demás, todos somos hermanos y hemos de tratarnos con respeto y cariño,  y miras a tu alrededor y pasa aquí. Entran chavales para comprar tabaco, puntualmente, a cuentagotas. Nadie recibe dinero para la máquina, pero todos saludan con la misma vivacidad y respeto, con alegría de saludar a Luka, quien sonríe siempre, sonríe de verdad.

La religión Siji no permite hacer el mal, todos somos hermanos e iguales. No, no hay castas. Hay que hacer el bien, negros, chinos, indios, blancos, qué diferencia. Yo hago bien, son todos iguales.

¿Sabes que yo nunca veo el mar?, cuando llego es la primera vez, aquí en playa de Palma yo toco el agua por primera vez cuando salgo del autobús. Me da miedo, es una sensación muy rara. E inmenso, yo no he visto nada igual. No, nunca me meto en el agua, quedo en la orilla sentado y me mojo, nadar guaaau, qué miedo, eso es muy grande, ¿estás loca?, puede tragar, yo no sé, es mejor en la orilla, me refresco.

Empiezo trabajo en un bar. Un indio, un amigo va de vacaciones y necesita a alguien para el negocio. Me dice.

¿Estás seguro?, yo no sé hablar, no sé de bares, no tengo ni idea. No sé cafetera, la idioma, nada. Él me enseña, yo apunto todo mi idioma, precios, lista de cosas, y poco a poco. Principio nada, no entiendo, leo, busco, la gente señala qué quiere, ahora así, pon más, menos. Pareja clientes franceses, les pregunto qué quieren, poco a poco. Todos contentos, muy bien, hago trabajo, muy bien. 

Luego hago pastelero, trabajo mucho 14 horas, muy contentos conmigo, pero encuentro otro trabajo y mis jefes no quieren que marche, cogen toda la semana, antes sólo el fin de semana, y ahora estoy con el público. Pero yo no sé, le digo a mi jefa, pero ella quiere que yo lo escriba todo, ensaimada, palmera, los precios y atender a la gente. Gente quiere mucho a mí, si vas a Pueblo Espanyol y preguntas por indio, todos me quieren. No sabes cómo hago pasteles, muy buenos… tienes que probarlos…

Oye, pero cuenta algo de ti, yo hablo mucho y tú quién eres…

Para estos momentos, Luka está sentado enfrente de mí, con sus manos en mis muslos, yo ya llevo 4 cervezas, he olvidado a Domingo completamente y además me está entrando como un torero a la hora de matar.

De repente Luka mira hacia afuera y me dice marcando bien las palabras:

Ahora mismo va entrar  un tío que es un “capullo integral”.

Miro hacia afuera y me encuentro el oscuro rostro de un indio, feo como sólo se puede ser cuando eres superfeo, su piel parece cuero recauchutado y tiene unos ojillos pequeños y amarillentos que miran buscando algo, pero nada bueno. Por supuesto, me mira con asombro y habla a Luka en indio, quien le responde inmediatamente en castellano por lo evidente. Chico listo, este Luka. Su conversación es animada, pero hay un trasfondo de animadversión por parte del barman. Toman sendos whiskys con agua en vaso de tubo, se van atacando por turnos, el feo farda bastante sobre cosas absurdas, y en una de estas se le ocurre asegurar: 

– Sí, yo a veces me tomo whisky con picante, una buena cucharada…

Ah, Luka grita casi de ilusión, pero qué dices tío, venga no se hable más yo te preparo uno, si te lo bebes te invito para que veas.

El vaso de tubo en la barra se llena hasta arriba de JB, Luka agarra una bolsa de picante rojo y le pone una buena cucharada sopera. Lo agita y se lo da.

Mister aceituno nos mira sin hablar, y en el silencio y el asombro de sus espectadores se traga sin pestañear aquella bomba nuclear. Tras ello, se va.

Nos hemos quedado solos, Luka vuelve al ataque y yo me desentiendo de sus manos que se me enroscan y se mueven a mí alrededor. Anuncio que me voy a casa.

Qué raro ha sido todo, ya no pienso en Domingo.

 

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