06 Dic

Cap. 11. Biblioteca Xavier Benguerel de Poblenou; Click olímpico

por Dioni Porta

poble-nouSoy hijo de Nou Barris, pero a los periféricos siempre nos ha gustado mucho trascender el barrio y ver mundo. Exagero, porque apenas he salido de Barcelona, pero conozco bien mi ciudad, y de ella, sus partes, entre las cuales el Poblenou, ese pedazo de mapa que sin llegar a pertenecerme, se me ha ido apareciendo recurrentemente.

Puedo empezar por la noche de la inauguración de las Olimpiadas de Barcelona 92. Bocadillo, cervezas y risas en el apestoso, epifánico y siempre vacío bar al que acudíamos para prologar el horario de los locales musicales, y que respondía el tremendo nombre de “Bar Familiar”. Aquel día el televisor del Bar Familiar acaparaba toda nuestra atención, mientras abusábamos de la confianza de la señora Luisa creando una espesa niebla de desprendimiento neuronal sobre la mesa que ocupábamos debajo de una escalera. Las coreografías, el desfile, las banderitas, los números musicales y todo aquello que aparecía en pantalla representaban fielmente que el progreso, el click olímpico, era un proceso de profundo calado que derrochaba tanta autoconfianza como para permitirse exhibir sin complejos un espíritu hortera que funcionaba como certificado de su éxito.

Solo hacía falta asomarse a la puerta del Bar Familiar para comprender que la ciudad industrial y obrera estaba languideciendo, y que el mito de la modernización cultural cosmopolita de la promesa olímpica se había impuesto como relato hegemónico. Los que estábamos en esa mesa debajo de una escalera, sabíamos que nos estábamos vendiendo la ciudad y que la cosa se iba a salir de madre, pero no hicimos nada. Quizás porque también odiábamos la ciudad gris y fabril de nuestros padres. Ese humo, ese barro, esos bloques de viviendas, ese tufo a planificación, franquismo y luces tenues que desprendía Barna.

de07cf195210f4f890c317d9ae09e484Luego llegó Epi, le pasó la antorcha a Antonio Rebollo, que tensó el cuerpo y el arco y lanzó la flecha de fuego hacia el pebetero. Pero no fue eso exactamente lo que vimos los de la mesa de debajo de la escalera, pues todos coincidimos en la imagen de un universo ovalado que empezaba a girar contra sí mismo creando un vórtice que se cernía magnífico contra el estadio olímpico de Montjuïc.

Aquella noche de agosto pasamos por el Ceferino y el Mephisto antes de llegar al Q3, en uno de cuyos extremos detecté  a una mujer en prolífico diálogo corporal con su entorno. Me acerqué a ella anhelante por saber qué tipo de persona era y qué hacía allí. Fue una grata sorpresa descubrir que era una atleta búlgara decepcionada por su reciente designación como suplente del equipo nacional, un marco de desencanto al que no tardé en sumarme, lo que nos acercó mucho emocionalmente. Luego nos refugiamos en el volquete de un camión y me pidió que le cantara Imagine hasta que la mañana empezó a despuntar. Una anécdota que no debe ser vista de un modo aislado sino como parte de un todo en el que también habría que incluir los cinco años que trabajé en una oficina bancaria de la Rambla del Poblenou, la amante que vivía a dos calles de la cárcel de Wad-Ras, el grupo situacionista de teatro con el que ensayábamos en una nave abandonada del carrer Pujades, las matinales del Icaria o las largas jornadas en la Biblioteca Xavier Benguerel.

A través de todas esas experiencias fui siguiendo la transformación del Poblenou industrial, sus talleres, sus calles perezosas y húmedas, en el heterogéneo conglomerado de iniciativas, resistencias  y fracasos en el que se ha convertido. Desde las estaciones de limpieza de coches, los galpones abandonados y ocupados por personas en condiciones insalubres, la Rambla del Poblenou inundada de hoteles, hasta las eternas obras de la Plaza las Glorias, Sancho de Ávila y el Cementiri de Poblenou, el edificio bala, los edificios de lujo, la oscuridad, la sal, los graffitis, los carros de supermercado atados a un árbol, las Torres Mapfre, la prostitución, las vías de trenes, los edificios de oficinas vacíos, los pésimos materiales con los que construyeron la Vila Olímpica, Wad-Ras, los Icaria, El McAuto, la bilbioteca Xavier Benguerel, la Ronda del Litoral.

oY como colofón, explicar que en la Biblioteca Xavier Benguerel de Poblenou tuvo lugar lo que podríamos considerar como el verdadero inicio de la historia criminal en la que me vi envuelto. Ustedes, lectores, ya sabrán, que un servidor había llenado de notas todos los libros de Gombrowicz de todas las bibliotecas de Barcelona. Aquí revelo el contenido:

 

Leche, Aceite

7.500  habas

Rulando por la red

Pebetero

Bulgaria

Salmonetes ½ Kg

Las olivas sin hueso

crean personas

sin fuerza de voluntad

ACAB

Ferdydurke

Xavier Benguerel

Soy un curioso y un moralista

Buena predisposición hacia el silencio

 

Y la respuesta que obtuve fue la siguiente:

 

Miércoles, 13 de febrero, Biblioteca Zona Nord

Antes de las 12.00

deja tu americana en una de las sillas de la zona de diarios.

Vuelve a recoger tu americana a media tarde

 

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