22 Nov

Cap. 10. Biblioteca Josep Miracle Vallvidrera – Punk

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Durante los próximos años, el punk va a seguir cobrando un protagonismo cultural extraordinario, prosiguiendo con un proceso de glorificación que ya se ha iniciado y que tiene por delante un recorrido impredecible. Y es que se dan las condiciones óptimas para que eso ocurra,  porque la época dorada del punk queda lejos, sin réplicas posteriores relevantes, así que la cultura puede acercarse a él sin riesgo a quemarse ni ensuciarse. Y, también, porque algunos de sus lemas, que en boca de jóvenes exaltados podían sonar como menudencias intelectuales aupadas por el resentimiento y la vagancia, se han ido cargando de significado con el paso de las décadas y el avanzar de los acontecimientos. Lo de que no hay futuro, por ejemplo, conecta mucho con esa clase media que coincide en el diagnóstico de que no hay futuro, pero que no se siente capacitada para convertirse en fuerza revolucionaria y encuentra un acomodo estableciendo una alianza técnica con el nihilismo punk que le permite redimir su conformismo. Una suerte de “yo también lo dije” sin necesidad de asumir ningún tipo de riesgo personal.

do-it-yourPero no hay nada negativo en que el punk acabe glorificado, porque de hecho merece que así ocurra, ya que con el paso de los años su discurso ha conseguido mantenerse en pie, algo que no pueden decir otros movimientos culturales que han acabado convertidos en una caricatura de sí mismos. Lo que es una lástima es que esta aproximación gregaria al punk sea tan torpe como para olvidar uno de sus aspectos más relevantes y que más útiles podrían resultarnos a la hora de pensar una nueva cultura, una nueva literatura. Do It Yourself. Hazlo tú mismo. Hazlo bien o hazlo mal, eso no importa, pero hazlo tú mismo. Cultura de base, creer que el agua puede volver a hervir, literatura sin dueño, yo de biblioteca en biblioteca detrás de una historia que no había existido.

No sé si escribo bien o mal y tampoco me importa. Lo único que sé es que a mí no me ha enseñado nadie. Soy un autodidacta y no acepto consejos. Mi tarea es la de explorar experiencias y no la de escribir textos correctos. Un buen día dejé mi empleo en un banco, me divorcié, empecé a frecuentar bibliotecas y me puse a leer por mi cuenta y riesgo. No importa si leo bien ni si escribo bien, lo único que cuenta es que lo estoy haciendo. El viaje es tan caótico que no sabría cómo explicarlo. Una peripecia sin futuro, no busco la sabiduría ni el mérito literario, solo escarbar dentro mío en la búsqueda de intuiciones de lector y escritor. Por ahí anda mi furia de resentido: no pude hacer lo que quería y blablablá. En todo caso, se trata de un resentimiento autodidacta. Do it Yourself.

Y eso fue exactamente lo que materialicé con esa historia truculenta en la que parecía estar adentrándome a fuerza de mapas y notas. Hacerla yo mismo. Resolverla yo mismo, porque así actuamos los autodidactas. Después solo tenía que encontrar los delitos que sirvieran de base argumental a mi descubrimiento. Si eso era o no literatura (si esto es literatura o no lo es) me la suda, porque lo importante es que era mío. Una suerte de invento propio: bienvenidos a mi mundo.

78dc8c743e37ffcc48c1a6ce88ce9de2Imprimí una nota y la fui introduciendo en todos los libros de Gombrowicz de todas las bibliotecas de Barcelona. Me llevó un tiempo. Especialmente gracioso fue el caso de la Biblioteca Josep Miracle en Vallvidriera. Estaba poniendo la nota dentro de un Ferdydurke cuando un tipo se me acercó y me preguntó por la residencia geriátrica Edelweis Vallvidrera.  Esa escena no era verosímil, así que me puse a mirarlo con una intensidad más propia de Loquillo que de la vida real, hasta que el viejo se esfumó. Luego se acercó una mujer y me dijo que no me preocupara, que ese señor no estaba bien y me invitó a tomar un té en su casa, pues a lo mejor necesitaba recuperarme de la impresión de los hechos. Decliné el ofrecimiento, la mujer se marchó y vino un empleado de la biblioteca a pedirme que disculpara a  esa mujer, porque estaba enferma; ellos pensaban que ya estaba mejor, pero no. Hablaba tanto y tan fuerte ese tipo, que a su lado el bibliotecario parecía yo. Y luego, mientras retiraba en préstamo algunos documentos fue una bibliotecaria la que se disculpó por el comportamiento de su compañero, “que a veces se ponía un poco pesado”.

En cualquier caso esa nota colocada en todos los libros de Gombrowicz de todas las bibliotecas de Barcelona, funcionó, y al cabo de un par de semanas, alguien hizo exactamente lo que yo pedía en ella.

 

 

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