15 Jun

2006 Shoot The Runner, Kasabian

por Javier Avilés

El periodista hojea rápidamente el cuaderno, tiene una cita hoy mismo con El Hombre y tiene que devolverlo. El tiempo se acaba. “El Tiempo se acaba”. Pasa páginas buscando acaso una revelación. Ya le ha dado mil vueltas y sabe que no encontrará. Tiempo, tiempo. Dispara al mensajero. “¿Cuál es la respuesta?”. Apenas entiende la letra enrevesada, las frases que acaban inconclusas junto a extraños dibujos geométricos. Un triángulo, tres puntos alineados que a veces parecen convertirse en tres rayas y otras formar una letra, un cuadrado cuyos bordes no se cierran, como un marco formado por dos ángulos incapaz de contener los garabatos que se desbordan por toda la página. Números. Cifras que recuerdan coordenadas. Cifras que podrían ser horas. Tiempo, tiempo, tiempo. Algo que el periodista no tiene, algo que ya no puede dilatar más. Intenta detenerse en algún texto, pero la urgencia le impele a continuar. Una sucinta referencia a Led Zeppelin a través de la escena de una película que desconoce. NO Starways to heaven. Notas. Notas. Delirios. Músicos de la Motown: “Todas esas personas que realmente impulsaron la música y que fueron sacrificadas en el altar del mercado blanco, anglosajón y conformista”. Páginas emborronadas. Los dibujos de una mente concentrada en una conversación telefónica. Furia y ruido. Otras más elaboradas. Diagramas con una estructura geométrica especular plagadas de nombres que el periodista no reconoce y que al girar la hoja se convierten en otros nombres, que tampoco identificaría si hubiese tenido la paciencia de comprobar el curioso fenómeno. “Baila, baila, ¿acaso no matan a los caballos?” Estrellas. Cientos de estrellas de cinco puntas entrecruzándose, plagando páginas y páginas. “Dispara al mensajero. Dispara al pianista. Cambiadlo por una pianola. Eliminad a los músicos. Cambiadlos por un programa informático”. Tabulaciones. Borradores de canciones. Canciones de amor. “Todas las cosas vienen y se van”. Canciones de posesión sexual. “Bitch”. Canciones de dolor de muelas. “Soy el Rey”. Canciones de alcohol. “Los reyes vienen y se van”. Canciones de espadas blandidas sobre las cabezas de los reyes y los enemigos. Canciones de desolación y absenta. Canciones de mierda. “El tiempo se acaba y ya no puedo escribirte una triste canción de derrota”. Lee: “¿Huelen las canciones?: A sudor y a vómito. Al regurgitar de cebolla medio digerida. Huelen a tres meses de alquiler sin pagar” Deprisa, deprisa, lee: “¡Qué sublime composición! Se nota que el autor se rascaba los cojones con la mano izquierda mientras apuntaba las notas en el pentagrama!” Deprisa, lee, quieren disparar al mensajero: “¡Qué bonita canción de amor capaz de emocionar al más insensible! Su autor pegó una paliza a su mujer mientras la componía”. Lee, lee, ya no queda tiempo. En el autobús, rumbo a su cita, se fija en la página en la que se puede leer con letras muy grandes “Lanzad la bomba. Acabad con todos” Rodean a las dos frases florituras a bolígrafo que oscurecen la página. Espirales y estrellas y cuadrados y círculos dentro de otros círculos dentro de cuadrados incompletos. De alguna forma todas aquellas líneas forman rostros. Ojos, narices y bocas desbordándose por toda la página. Rostros, cientos de rostros contemplando al periodista, demasiados rostros esperando su respuesta. Llega a su parada y a la última página escrita. “No hay nada más, chaval. Es posible que nunca haya habido nada. Ni antes, ni ahora, ni después”. Blanco, blanco, blanco, hasta el final del cuaderno. Un vacío inmaculado. Como el silencio socarrón que le rodea cuando entra en la sala donde el personaje simula dormir. La escenografía habitual. Suena Kasabian en el equipo de música. El periodista se acerca a la estantería y deja el cuaderno, más o menos en el mismo lugar del que recuerda, o cree recordar, que lo cogió. Del sillón salen ronquidos que parecen una carcajada contenida que preludia un acceso de tos. El hijo del personaje, que abrió la puerta al periodista y le acompañó hasta la sala, le hace señas desde la puerta. —No creo que hoy quiera hablar contigo. — Lo entiendo, — dice el periodista, sin que realmente entienda —, tal vez, aprovechando la ocasión, quieras contarme alguna cosa sobre tu padre. El hijo del personaje rompe a reír y sin dejar de hacerlo abre la puerta de la calle y le indica la salida.

 El periodista se detiene en el rellano, contempla las escaleras que descienden en penumbra hacia la calle.

Fade out.

15 Jun

Titil·lar

per Xènia Ribas Beltran

Cada vespre va a la platja. Arriba fins a l’espigó i, un cop allà, s’adreça fins a l’última roca, de forma plana i blanquinosa, just tocant el mar. Acostuma a descalçar-se i a submergir els peus a l’aigua, encara que estigui glaçada. També li agrada que bufi un vent fort que faci que els cabells li assotin la cara amb violència.

Només tarda cinc minuts perquè la immensitat del pèlag l’abdueixi i la transporti a un viatge interior molt profund i íntim. La mirada se li fixa lluny, molt lluny, en algun punt indeterminat de l’horitzó. Sempre és així. I també, dia rere dia, espera, pacient, albirar enmig d’aquest no-res o d’aquest tot infinit la llumeta titil·lant d’una barca que s’acosta cap a terra ferma. Cap a ella. Seria una barqueta petita, ben marinera, que funcionaria amb un motor poc potent i, a voltes, hissant una vela ufanosa. Cada dia l’espera, pacient. Leer más

15 Jun

Palíndroms 39, En castellà (11), Actuals, Sylvia Tichauer

per Jesús Lladó @JessLlad

Sylvia Tichauer (Valparaíso, Chile, 1944) és una palindromista xilena establerta a Göttingen, Alemanya. Com la majoria de palindromistes, comença la seva afició en solitari, i al voltant del canvi de segle, connecta amb el CPI i la persona de Ramon Giné. El setembre del 2001 es publiquen per primera vegada palíndroms seus a la revista SEMAGAMES.

Tichauer és una des les palindromistes més prolífiques i constants, i el seu domini de diverses llengües, fa que sigui una mestra en palíndroms multilingües. Però no només això. És una de les millors especialistes en palíndroms sil·làbics. La seva obra ingent supera de llarg el considerat en molts llocs el “campió del món” de palíndroms, l’argentí Juan Filloy.

Necessitaria moltes pàgines per parlar de l’obra palindròmica de Tichauer, i d’ella com a persona, però allò que la defineix millor com a palindromista és el seu amor i dedicació. Tichauer ha publicat tres llibres de palíndroms en què a més de la seva habilitat en l’escriptura reversible, hi podem veure una altra faceta, la de les il·lustracions amb què acompanya els seus palíndroms. El primer LA BREVE VERBAL és de 2013 i està publicat per Editorial Praxis; el segon O BREVE VERBO,  és editat per Jesús Lladó el 2014 a Igualada i el tercer, O BREVE ARTE TRAE VERBO, també editat per Jesús Lladó el 2016.

Vegem una petita mostra del seu art.

ADA ¿NO NADA ADÁN O NADA?

ALLÍ RAMA: SÉ AMAR A LA RAMA, ES AMARILLA.

AMOR, ANOCHE SOÑÓ COÑOS.

¡EH! ¿CON AROMA?

 


 

PALÍNDROM DE LA SETMANA

Tu, l’epigrama és – oh!, ho sé! – amarg i pelut.