Corrosión, Cap. 33. El trabajo
Yo apenas podría apuntar que a lo mejor ocurre lo mismo que ha ocurrido siempre. Que algunos —pocos— pueden ganarse la vida con su literatura, pero que a la mayoría de escritores les toca trabajar en algo más. Puede ser un algo dentro del ámbito del libro (traductores, correctores, editores, libreros, empleado en la Biblioteca Ramon d’Alòs – Moner), o un algo más alejado: profesores, operarios, contables, camareros, vigilantes nocturnos de cámping… Supongo que entre todos ellos hay mucha sensación compartida, empezando por la indignación (y necesidad de denuncia) frente a una sociedad, unas políticas culturales, un panorama editorial e incluso algunas personas concretas (corruptas e incompetentes) que obligan al escritor a secuestrar una porción muy relevante de su tiempo para ponerlo al servicio de un empleo regular que asegure unos medios económicos de subsistencia. O la sensación compartida de idealizar esa prosa vigorosa que resultaría si el escritor tuviera a disposición de su vocación todo el tiempo y la frescura mental que atesora. O la siempre entrañable sensación de pensar: ¿por qué otros en mi lugar? Leer más