por @librosfera
Desde la caja de libros empezó explicando el porqué de su propio nombre el ocho de mayo de 2016. En estos casi dos años he intentado mostrar qué es una biblioteca pública (no las que cada una tiene en su casa, sino las que son de todas) desde cuantos más puntos de vista mejor. Desde el mío, por supuesto, pero también desde el de un señor jubilado asiduo a las bibliotecas (mi padre), hasta el de una escritora, o varios personajes ficticios. He recogido bibliotecas que aparecían en la prensa, pero también – y quizás para compensar – las que aparecían en poesías. Mi biblioteca, en la que trabajo desde hace ya once años, ha aparecido descrita en un día cualquiera, fotografiada en todos los rincones de su almacén, y radiografiada en las personas que más la utilizan (de la A a la N y de la O a la Z) o las que pasan una tarde cualquiera por el mostrador de préstamo. También hablan mucho de mi biblioteca y de mi trabajo algunos apuntes en los que me cabreo, me quejo (en dos partes), os pido que os quejéis, o sopeso lo bueno y lo malo de la rutina bibliotecaria. Pero a pesar de que la protagonista de esos textos sea mi biblioteca, les aseguro que todas las bibliotecas – felices o infelices – se parecen.
Ha pasado por Desde la caja de libros el pasado (al menos dos veces) y el futuro. Han pasado Ray Bradbury y Sophie Divry y también documentos con menos ambición literaria pero a los que les hemos exprimido hasta la última palabra. He enseñado una parte de mi colección de objetos encontrados dentro de libros. Internet se ha colado inevitablemente: desde hashtags de twitter a artículos de revistas de tendencias, pasando por fotos de aquí y de allá. Este quizás sea para mí el apunte más importante. Y este el más íntimo. Este lo recuperé de mi blog personal, donde a veces también escribo sobre bibliotecas. Este es uno de los que más ha gustado. Y este el que tuvo más visitas porque, reconozcámoslo, me puse muy pesada con el tema…
Rosita se muere, y Desde la caja de libros se acaba con ella.
Está bien así. Creo que no me he dejado nada importante sin decir y, sin embargo, de haber continuado seguramente me hubiera repetido y qué necesidad…
Seguiré escribiendo sobre bibliotecas en Twitter y, cuando la ocasión lo merezca, en Librosfera (a no ser que google decida que blogger también ha muerto y que desalojen la sala). Espero que hayáis disfrutado de las anécdotas, las reflexiones, las fotos. Me gustaría saber que habéis aprendido algo nuevo sobre las bibliotecas, o que ha cambiado vuestra percepción sobre ellas, aunque eso quizás ya sería pedir demasiado. Lo mejor de todo sería saber que os habéis animado a visitar la de vuestro barrio; a descubrir qué os puede ofrecer.
Id a las bibliotecas. Son gratis, tranquilas, para todo el mundo. Suelen ser cómodas y hace fresquito en verano y calor en invierno. Tienen libros de todo tipo – no siempre los más nuevos, algunas pueden hacer más que otras según el dinero del que dispongan – y seguramente wifi. No voy a decir que todas las bibliotecarias sean bellísimas personas, pero algunas sí. Quizá lo descubráis si vais a la biblioteca y les preguntáis algo.
Antes de terminar, quiero darles las gracias a Yordi Biblioteca, Maria Bohigas, Alfonso Braulio, Nati Calvo, Mónica Caparrós, Juan Miguel Fernández, Sara Fernández, Ada Klein, Jean Murdock, Begoña Oro, Jordi Puig, Camino Román, Joan Todó y todos mis compañeros de la biblioteca en la que trabajo por ayudarme, escribir, traducir o permitirme traducir o reproducir sus textos en Desde la caja de libros. Gracias al equipo de Rosita por elegirme bibliotecaria residente y por no quejarse ni una sola vez de mis plazos de entrega. Gracias a todas las personas que se acuerdan de mí cuando ven algo relacionado con bibliotecas y me lo envían. Y, finalmente, gracias por leer hasta aquí.