2003 Seven Nation Army, The White Stripes
por Javier Avilés
Sangro, sangro, sangro. Todas mis palabras son como pérdidas de sangre que caen sobre mi camisa. Y las manchas de sangre dicen que me vaya a casa. Pero, ¿dónde podría ir? Mi casa está donde pisan mis zapatos, donde mi culo se aposenta para pasar una larga tarde más de espera infructuosa. Mi casa está donde pueda apoyar un vaso y la botella no se termine nunca. Si ésta es una ópera eterna, entonces yo no llego a ser ni un triste figurante que aparece en la esquina izquierda del escenario. No tengo ni una sola frase y ni siquiera pertenezco al coro. Algunos, chaval, solo somos parte de la escenografía. Ya sé, dirás que algo tengo que haber hecho si tú estás aquí entrevistándome, intentando descubrir algo del mundo musical a través de mis experiencias en estos más de cincuenta años. Después de todas estas charlas, ¿tú qué crees? Dicen que todo el mundo tiene una historia que contar, desde la Reina de Inglaterra hasta los Sabuesos del Infierno. Cualquier persona, no esos tan destacados, sino, pongamos, el cartero o el carnicero, tiene una historia que contar. Quizás alguna de esas historias te espeluznarían. Cada historia personal deviene en una historia de terror. Puede que te sientas decepcionado porque no te estoy contando esas historias. Sabes, me las cuento una y otra vez cada noche. Porque no puedo olvidar y tampoco puedo dormir. Viajo adelante y atrás en mi memoria reviviendo toda mi vida, como una película que avanza y retrocede a mi antojo. Y la única conclusión que obtengo es “Déjalo”. Quizás un ejército de siete naciones logre al final que desvele los secretos, que me saque las palabras como esos bárbaros me arrancarían la espina dorsal estirando por la espalda. Imagina que bonito trofeo. Imagina que buen mástil para un contrabajo. Qué bonita clavijera podrían insertar en mi cráneo. Déjalo, me repito, vuelve a casa, me digo justo antes de levantarme de la cama, de ese potro de tortura al que acudo cada noche a contarme a mi mismo todas mis historias. Y cada día, antes de que salga el sol, me digo lo mismo. Vuelve a casa. Y me siento en el sillón y abro una nueva botella de bourbon. Nada saldrá de mis fríos labios muertos. Nada conseguirán, ni aunque vengan juntos elfos, hombres, enanos, orcos y trasgos y… ¿cuáles eran los otros dos ejércitos? ¡¿Cómo?! ¿qué dices?, ¿que no es eso?… pues siempre creí que… ¿en serio?… entonces es la batalla de los cinco ejércitos y no el ejercito de las siete naciones… bueno, como sea, como diría algún personaje de novela, prefiero recordar las cosas a mi manera. Jajajajaja…. Ahora sí que me has dejado patidifuso. No tenía ni idea. Siempre he estado confundido en ese detalle. ¿Lo ves? ¿No es mejor que no te cuente nada de mi vida en los escenarios, de mis giras, de mis actuaciones? Si lo hiciera estaría inventando mi propia vida, recreándola de manera parcial y falsa. Mira a tu alrededor. Esta habitación en penumbra, apestando a tabaco y alcohol, impregnada del sudor rancio acumulado a lo largo de los años. Esta es la realidad. Lo que recuerdo cada noche es la historia de mi vida que me cuento a mí mismo. La vida vista desde mi punto de vista. Mi vida. Personal e intransferible. Única. Es lo que me queda. Y no tengo interés en compartirla con nadie. No quiero que nadie me la refute. No quiero que nadie venga a decirme que cada noche de insomnio recreo una ficción… ¿cómo la llamarías tu?… sí, una ficción solipsista que solo, y lo digo siendo optimista, solo roza la realidad por la parte que me tocó vivir. ¿Sabes una cosa? Cuando uno está en el escenario prefiere no mirar hacia el público. Las luces, el sonido que te vuelve, de alguna manera te aísla. No todos te dirán los mismo. Cuando tocábamos yo siempre prefería mirar las cuerdas del bajo. Miraba mis zapatos y la lista de canciones. De alguna manera estaba solo. Formando parte de un grupo, sí, pero aislado en la parte que me tocaba y tocaba. Fuera todo atronaba, todo te enceguecía y te asordaba. Cada persona es una isla. Somos un arrecife de islas móviles flotando en la inmensidad de un mar que nos tragará y nos borrará… en fin, ¿así que no se trata de la batalla de los cinco ejércitos? Jajajajaja.