La samosa
per Jean Murdock
La samosa viene de la India. No en vano India es samosa por su cocina. También se da en el Tíbet y en Pakistán. De hecho, el triángulo que dibujan estos territorios en el mapa es lo que da a la samosa su célebre —aunque equívoca— forma triangular. Y digo equívoca porque no es raro que en ciertos restaurantes confundan la samosa con el wanton, lo cual, aunque tenga ton, no tiene son.
Otras cosas con las que se confunde la samosa son la empanadilla —cuyo nombre justifica el error—, la croqueta, que es tan nuestra, y la chapuza, que no lo es menos. Cuando pasa esto último, la samosa suele llegar en forma de tetraedro, pero eso se arregla con el masala —masala derecha, masala izquierda, siempre queda como nueva—.
La samosa se hace con harina de trigo o de maida, que es una harina sin salvado. Pero, bueno, qué maida, si hoy seguro que hasta se hacen sin harina y sin nada, que si por algo es famosa la cocina moderna es porque todo se hace con cualquier cosa que no lleve lo que debería llevar lo que se hace. Y, digo yo, Punyab puestos, llamemos a las cosas por su nombre, que yo ya he visto hasta tortilla sin huevos ni trazas de serlo. ¿Y Pakistán los nombres si no para usarlos? Pero nada, mientras el dalái lama, nosotros tragaremos. Vamos, que nos da igual ocho que ochenta y samosa que croqueta.
Samosa es, por otro lado, un conocido tema del repertorio de la tuna, institución en peligro de extinción, aunque no a lo Monterrosso, es decir, que sigue ahí aunque no te despiertes porque no te ha dejado dormir. No puedo quitar los ojos de samosa han sido, con razón, las últimas palabras de más de un tuno. Téngase a bien compararlas con el No pica, no pica de ciertos cocineros hindúes. Garam, algú ho havia de dir!