12 Mar

Desde la caja de libros XXXV

por @librosfera

Querida Rosita,

La semana pasada tuve un cabreo monumental en la biblioteca, del que no me apetece hablar ahora porque es demasiado reciente y todavía se me encienden las entrañas cuando lo pienso. Pero este cabreo me ha hecho pensar en otros cabreos previos relacionados con el trabajo y, haciendo repaso, me he dado cuenta de que la mayoría de los disgustos que recuerdo han tenido que ver con jefes y no con el trato al público.

Sí, siempre hay usuarias maleducadas que te tratan como si fueras su criada, o que tienen la bondad de recordarte que tu sueldo se paga con sus impuestos, o que creen que pueden hacer lo que les dé la gana como si estuvieran en su casa (incluyendo, por ejemplo, desenchufar la fotocopiadora para poner a cargar el móvil), o que abandonan a sus asalvajadas hijas en la sala infantil mientras ellas charlan en las máquinas de café, y así etcétera, etcétera… Pero, por algún motivo (¿resiliencia? ¿tenerlo asumido? ¿bajas expectativas respecto a la humanidad?), todo esto no consigue amargarme el dulce de pensar que la biblioteca es uno de los lugares más maravillosos en los que podría haber acabado trabajando. Leer más