Las nueces
por Jean Murdock @CgAjeanmurdock
Las nueces
Por su vertiente legendaria, las nueces vienen de Borges, de ahí que su suministro sea infinito. Por la parte abrahámica, en cambio, vienen de Adán y, aunque también abundan, el ruido que hacen las supera en número. Muy distinto sería si, como dijo Quevedo, menos el ruido que las nueces fuera y el pino fruto del nogal llevara.[1] No obstante, ello no es impedimento para que reciban otros nombres, como «manzana» o «bocado», sin duda porque fue lo que Eva mordió primero. Naturalmente, lo único que tenía después para ocultar su desnuez[2] era la manzana; eso explica el solapamiento.
Las nueces se comen y la cáscara se tira. Sin embargo, los anglosajones, partidarios de la tradición que llama manzana a la nuez adánica, aprovechan la cáscara para resumirlo todo. El propio Hamlet, pese a ser danés, dijo que podría sentirse rey del espacio infinito aun cautivo en una cáscara del sustancioso fruto del nogal y, para gusto de Borges, que fue un gran anglosajón, Plinio aludió en su día a la existencia de una copia de la Ilíada tan pequeña que cabía en una de esas cáscaras. Esto último aclara qué hizo Hamlet tanto tiempo allí dentro y la hasta ahora enigmática expresión troyana «Aquiles recogido y en silencio».
Paralelamente se entiende que, siendo Bach alemán –y por tanto también de la estirpe que denomina manzana a la nuez primigenia–, compusiera Las variaciones Golden y no Las variaciones Borges.
(Advertencia: las nueces de Borges pueden contener trazas de laberinto, en especial cuando se bifurcan; las de Adán crecen en gargantas profundas entre gran diversidad de vegetaciones.)
[1] La horca se queja de que la dan los que ella merece y no los que la merecen a ella, Francisco de Quevedo y Villegas.
[2] Cabe aclarar que «nuez» viene, efectivamente, del francés nué, participio pasado de nuer, lo cual es lógico porque hablamos de tiempos pretéritos. Nuer significa assortir les couleurs, nuancer, es decir, «sacarte los colores, asomar la nuez». De la misma raíz procede «nueza», también llamada «nabo del diablo», una planta trepadora cucurbitácea cuya hoja ciertos eruditos identifican como el auténtico taparrabos edénico.