19 Ene

El otro conducto

per Jean Murdock

El otro conducto viene del mismo lugar donde se acumulan los bolis de Douglas Adams, las tapas de los tápers y los calcetines que se pierden en la lavadora —nunca he entendido que la gente lave ahí los tápers—, y, en general, todo el tiempo perdido de Proust. Hay quien sostiene que está en la Caldera del Diablo, en Minnesota, y que es el conducto que se pierde tras la bifurcación de la cascada, de lo cual se extrae que «el otro conducto» es probablemente el Infierno. Otros creen que es por donde Cela absorbía los dos litros de agua en realidad. La teoría de las cuerdas lo ubica entre la espada y la pared, aunque en inglés suele estar invariablemente entre una roca y un sitio duro o entre el Diablo y el profundo mar azul, lo cual nos devuelve al Infierno. Cuando llaman a casa, es donde se esconden los autónomos, pero si traen una carta certificada es donde se la mete el cartero. También es donde acaban los presupuestos de lo social en los gobiernos y adonde va el pelo de peluquería el día después. Entre las cosas que se van por el otro conducto se cuentan los gases no expelidos, las cosas que no se dicen y lo que ibas a comprar al súper cuando te traes de todo menos eso; los objetos perdidos, las noches sin dormir, el tren que se te escapa, lo que te confiscan en el aeropuerto, la comida que te comes para que otros no pasen hambre, los libros descatalogados, aquel famoso que creías que ya estaba muerto, los dientes de leche, l’esprit de l’escalier, la raya planchada, los propósitos de fin de año, los agujeros negros, todo lo que llevaba gluten y la toalla de Douglas Adams —sus bolis no; sus bolis están en su tumba—. Pero saber —saber— de dónde viene: no se sabe.