Entrega #11 (año 2010): “Le ParK”, de Bruce Bégout
por Javier Avilés
Me parece muy triste que la traducción y publicación de Le Park haya pasado desapercibida. Es una de esas extrañas e inclasificables novelas que no se ajustan a los patrones estandar de narrativa y que ofrecen un punto de vista incisivo sobre la ambigüedad moral de la sociedad en que vivimos.
Le Park en cierta manera se podría considerar el Locus Solus del siglo XXI, no tanto en lo que se refiere a los juegos lingüísticos, sino porque nos ofrece un viaje por un lugar plagado de horrores exhibidos como atracciones. Un lugar inhóspito, deshumanizado y aislado.
Un intento de sinopsis:
Construido en una isla privada de 624 km2, cerca de Borneo, Le ParK no es un simple parque de atracciones. Si, como se lee al inicio de la novela, los nombres propios no tienen la necesidad de significar nada, Le ParK es una excepción, ya que su nombre designa su función. Es un parque pero no un parque como otros. Es todos los parques y mucho más que los contenidos de todos los parques de atracciones juntos. A lo largo del texto, que funciona a nivel divulgativo, iremos conociendo peculiaridades de Le ParK.
Sólo se admite la entrada a cien personas diarias que viajan acompañados por guías en grupo de cinco, sin que los grupos de turistas coincidan en ningún momento. Dentro del parque multitud de figurantes animan el ambiente festivo y miles de trabajadores se ocupan de que todo funcione. Kalt, un millonario ruso, es su propietario y su idea es construir el parque de atracciones que contuviese todas las formas posibles de diversión. La idea fue desarrollada por Licht, el arquitecto que intenta conjugar, con resultados equívocos, la frialdad de las construcciones con la calidez de lo orgánico, y que vive encerrado en una literal Torre de marfil enclavada en el mismo parque.
El visitante encuentra que todo es posible en Le ParK. De hecho, Le ParK, desde su perspectiva de isla, funciona como espejo del mundo. De todo el Mundo. Por tanto toda consideración moral está excluida en sus atracciones, al mismo tiempo que naturaleza y técnica comparten espacio. Así según se suceden las descripciones de los distintos espacios del parque entendemos la controvertida naturaleza del parque: Un campo de concentración que funciona como casino; un zoológico en el que los animales comparten espacio con los visitantes y cuando uno de ellos es devorado por una fiera, sus gritos agónicos son grabados y reproducidos por megafonía; un cabaret kitch donde experimentar la conspiración y ejecución de una revolución sangrienta; una atracción donde el visitante puede vestirse un mono naranja y sufrir torturas asistidas por ordenador, etc. Las vidas de Kalt y Licht se entremezclan con la descripción de Le Park, y en su aparente calidad de informe analítico exhaustivo, se analiza económicamente la repercusión del parque y las contradictorias informaciones aparecidas en los medios sobre su existencia… y curiosas y escalofriantes leyendas urbanas tejidas en torno a la existencia de Le Park.
“No podemos pasar revista a todas las atracciones de Le ParK: El teatro del Útero ("el parque zoológico más puntero del mundo") en cuyo centro, como en un rodeo, se invita a los turistas a cabalgar durante unos minutos sobre espermatozoides enfurecidos en el momento de una eyaculación repentina a través de los conductos del cuerpo femenino; el Micromuseo, que no cuenta más que con una sala, una obra y un solo visitante por dia; el Barrio de los Solitarios, la única tentativa mundial de construir una ciudad compuesta enteramente por hombres aislados sin contacto entre ellos, viviendo en la autosuficiencia completa; el GTO, o la reconversión de la célebre prision para terroristas islamistas en un parque recreativo de tonalidades naranjas, torturas asistidas informaticamente y vigilantes esquizofrénicos aficionados al free fight.Debemos elegir, segun nuestros intereses, nuestros gustos, nuestra sensibilidad... la abundancia nos obliga a la elección”
La novela funciona como una aparente descripción objetiva de la existencia y las repercusiones sociales de Le Park. Pero tal vez nos equivoquemos. Un narrador “mayestático”, como él se autodenomina, en primera persona del plural, permite que nos mantengamos alejados, expectantes, de aquello que se nos describe. El estilo se adecua a lo que se narra pero sin que la persistente voz monocorde del narrador, que no quiere implicarse en lo que cuenta, nos abandone. Poco a poco nos daremos cuenta que estamos en manos de una especie de narrador objetivo e hipócrita al mismo tiempo. Y que nosotros, como lectores ávidos de experiencias, no somos mucho mejores que él (ellos) narrador. Las consideraciones morales sobre lo que se nos muestra pertenecen al individuo, pero la distracción, el entretenimiento, el consumo, pertenecen a las masas. Y en las masas se diluye la moralidad individual. ¿Es eso cierto? Es bastante posible. En Le Park posiblemente encontraremos una respuesta a este tipo de duda.
¿Metáfora del mundo actual? El entretenimiento es un negocio. La información es un negocio. Somos una masa de ludoespectadores con la moral encallecida ante la perversión del mundo. No está nada mal que de vez en cuando alguien nos lo recuerde de forma inteligente, lúcida y, sí, es contradictorio, entretenida.
¡Bienvenidos a Le Park!
Le Park, de Bruce Bégout. Publicado por Editorial Siberia, traducido del francés por Rubén Martín Giraldez.
Más reseñas de Javier Avilés en su blog El lamento de Portnoy