28 Sep

PALÍNDROMS 44 – En castellà (14) – Actuals – Nemirovsky, Acevedo

per Jesús Lladó @JessLlad

Aquesta setmana és el torn de dos excel·lents palindromistes. Parlo de l’argentí Pablo Nemirovsky i de la mexicana Merlina Acevedo.

Pablo Nemirovsky és un argentí resident a París des de 1976. Músic, intèrpret de bandoneó i flauta, compositor i escriptor. Com a músic és fundador del grup Tierra de fuego, dedicat al tango-fusió, on compon temes, algun d’ells amb títol palindròmic (Onan el enano, Arca sacra, Ave se va…).

Com a escriptor podem destacar la seva novel·la Del otro lado del otro lado (Milena Caserola, 2012). Quant a palindromista, és membre del CPI[1] i té una obra força destacable. És autor del llibret Yo sin vos ovni soy (Milena Caserola, 2012), i dos més escrits a quatre mans amb Xavi Torres, Miguel de Cervantes, autor del “Soldado Ros Adlos” i Sobreverbos, (Milena Caserola, 2011 i Praxis). Vegem algunes de les seves perles:

¡Ajá!                                                                                  ¿Hubo gol o no? (monólogo)

Bartolo (su marido) no dirá mu:                             – ¡buh!

sólo trabaja.

Hablaré

-Di, ¿soy, ¡oh!, ese amargo

Nanograma, ese hoyo sideral?

-¡Bah!

Merlina Acevedo, mexicana, escaquista, artista plástica i músic, és una de les grans palindromistes actuals. També és membre del CPI. Autora de dos llibres de palíndroms i aforismes titulats Relojes de arena / Peones de Troya (Axial, 2013) i Apholíndromos (Arcesis, 2016). En l’àmbit dels palíndroms destaca per les seves composicions poètiques com les següents:

Odio leer a sus ojos, usaré el oído.

Yo sí me domaré, vas a ver, amo de mí soy.

Ay, yo lo sé, traje drama: amar, dejarte solo y ya.

 

                                                    El ave llevaba su ala dañada

                                                    de traer cada nido y rama.

                                                    Ese árbol obra ese amar.

                                                     Yo di nada, crearte da.

                                                     Dañada la usaba; ve, llévale.


PALÍNDROM DE LA SETMANA

La catòlica fe falla, fe facilota. Cal?


[1] Club Palindromista Internacional

 


 

28 Sep

Calrada

per Xènia Ribas Beltran

Ho ha provat tot. Primer, eixarrancada al sofà amb el ventilador apuntant-la directament. Després, amb una orxata sense sucre ben fresca. I, finalment, ja desesperada, opta per col·locar-se enganxada a l’ampit de la finestra. No és pas que corri gaire aire però, com a mínim, li fa l’efecte que surt una mica del forn infernal en què s’ha convertit el pis.

Tot i així, la calor insuportable de la calitja estival la turmenta i, en un gest quasi instintiu, s’arrenca la samarreta del pijama d’una revolada. No es sent gaire alleugerida però, com a mínim, ja no hi ha res que se li adhereixi a la pell humida, més enllà de les calces. Abaixa la mirada i es fita els pits. No pot evitar esbossar un petit somriure de satisfacció. Perquè malgrat que ja no és una adolescent ni una xavala de vint i escaig, continuen mantenint-se ferms, tesos i rectes, sense encara cap indici d’afectació per la llei de la gravetat. En canvi, la majoria de les seves amigues ja els tenen caiguts i mig xuclats. Alça les mans i se’ls acarona lleument, en una breu inspecció. Sí, definitivament, encara són durs i bonics. Sensuals, fins i tot. Leer más

28 Sep

2012 Lonely Boy, The Black Keys

por Javier Avilés

 

«Un chico solitario se dirige a la parada de autobús. A pesar del calor, lleva puesto un cortavientos que cae pesadamente a los lados. En el bolsillo derecho un libro. Una novela que plantea un dilema sobre patos. En el izquierdo un objeto metálico y aceitado que plantea el problema del final del camino. ¿Tiene un amor esperando? Lo dudo. Carga con una mochila en la que lleva una libreta, un par de bolígrafos, un paquete de pañuelos de papel, el teléfono, una grabadora obsoleta y varias cajas con cintas. No sé si tiene un amor esperando, pero protege con celo al aparato. Está dentro de su caja original y envuelto en una funda plástica. Es un chico solitario en una mañana calurosa subiendo al autobús. Dentro del libro lleva una carta que robó del cajón de su madre. El sobre iba dirigido a ella. El matasellos es del año mil novecientos algo. El tiempo ha borrado la última cifra. No tiene remite pero el chaval, ese chico solitario, sabe muy bien de quien es la letra. Ha leído mil veces lo que pone: “Estoy furioso otra vez, me siento engañado otra vez, me siento como un lloroso y afectado niño de nuevo. Embrujado, molesto y confundido, así estoy. No puedo dormir. No quiero dormir. El amor llegó y me dijo que no debía dormir. Perdí mi corazón, ¡qué más da! Eres fría, de acuerdo, pero cuando te ríes tu risa me encanta, aunque te estés riendo de mí. Te cantaré cada primavera anhelando el día en que nos uniremos. El amor es ese viejo sentimiento triste. Últimamente no he dormido demasiado. Estoy arrasado. He pecado mucho, soy un poco malo, pero cada vez que te escucho, aunque no parece que me quieras decir nada, me transformo en un adolescente embrujado, molesto y confundido. Te amo, porque el amor está en mí. Es un fastidio, pero soy completamente tuyo. Y seguiré así hasta que tu también estés embrujada, molesta y confundida como yo. No pude dormir y no quiero dormir. Y por qué hacerlo si no deseo dormir. He perdido mi corazón, pero es culpa mía”. El chico solitario quiere quitarse esas palabras de la cabeza, pero hay algo en el tono empalagoso de la carta que el chaval sospecha. Si fuera un poco más listo sabría que esas palabras no son de la persona que escribió la carta. Es de alguien cuyas cosas favoritas eran la lluvia cayendo sobre las rosas o los bigotes de los gatos, unos cálidos guantes de lana o paquetes envueltos con papel marrón y atados con lazos. Ese tipo de cosas en las que pensar cuando el relámpago rasga el aire. Entonces podría sospechar que esas palabras no son la declaración cursi que le envió a su madre sino una cruel broma de la que solo él disfrutaría y que dejaría a su madre al nivel de ¿qué?, ¿una idiota, una ingenua? Acaricia el metal del bolsillo izquierdo. Pobre chaval solitario, tu mamá se quedó contigo pero tu papá te dejó. Tu padre jamás estuvo ahí, ¿no? ¿Por eso vas a matarlo? ¿Cómo ocurrirá? Ya sé. Esperarás en el portal de su casa y cuando salga le pedirás que te firme el libro, que te lo dedique. Y te dirá que por qué narices iba a firmarte un libro que no ha escrito y entonces sacarás la pistola del bolsillo y en el descuido la carta que le escribió a tu madre saldrá de entre las páginas del libro y planeará hasta la acera y el ruido y no me importa sangrar porque mi amor me espera, chico solitario. Fantasea con la muerte de su padre en una encrucijada mientras el au-to-bús-tra-que-te-a hasta que se detiene en una parada. Pasajeros suben, bajan. Traqueteo. Un chico solitario que acaba de subir está aferrado a la barra. También lleva chaqueta pese al calor. Mira obstinada y furiosamente a cada uno de los pasajeros. Las miradas de los dos chicos solitarios se cruzan un breve instante. El chico solitario que acaba de subir se desabrocha la chaqueta, muestra toda la parafernalia mortal atada a su cuerpo y grita unas palabras que ninguno de los viajeros entiende…»

La puerta se abre. Su hijo le dice que el periodista acaba de llegar. El personaje, molesto, deja de escribir y cierra el cuaderno. Dile que pase.